El 19 de julio de 1980, por sorpresa, muere en Londres Torcuato Fernández-Miranda, un hombre que había sido clave en la transición política española y que, desde que dimitió como presidente del Consejo del Reino y de las Cortes del gobierno de Suárez, había llevado una vida retirada y en no pocos momentos con cierta amargura.
Hombre clave de la Transición
Tras su marcha de la cúspide del Legislativo, el tiempo que vivió entre nosotros le fue largamente hostil. Tras haber hecho a Adolfo Suárez presidente del Gobierno, tras haber estructurado legalmente la reforma política desde el punto de vista jurídico, tras haber sido colmado de honores por el Rey, pasó a una excesiva oscuridad en su vida privada. Su calurosa amistad con el presidente Suárez se habia helado nada más salir del palacio de las Cortes. No se le ofreció un puesto oficial digno para la supervivencia de su economía y su orgullo le impedía aceptar cargos que podían comprometer su independencia.
De la presidencia de las Cortes ocupó escaño de senador por designación real, se instaló en el grupo de UCD, donde tras manifiestas y reiteradas desconsideraciones a su persona, pasó al grupo mixto, hasta que los senadores reales se extinguieron ante las elecciones de 1979. El olvido de Suárez y el desacuardo con su política le hicieron dudar sobre si presentarse a las elecciones. Le visitó Fraga para ofrecerle el número uno de la lista por Asturias, que significaba un escaño seguro. Sin embargo, Fernández-Miranda. quizá para declinar el ofrecimiento, pidió encabezar la lista por Madrid y exigió una dirección colegiada para Alianza Popular. Ni qué decir tiene que Fraga ni siquiera reflexionó dos segundos sobre tal posibilidad.
El abandono de Suárez
Esa defensa de su ser independiente le llevaba a mirar con lupa cualquier ofrecimiento, por ver si podría hipotecarle en el futuro. Sin embargo, Don Torcuato encontró una solución para sus penurias económicas: un estudio jurídico con su amigo Rafael Ruiz Gallardón, que le servia para conseguir ingresos y poder llevar una vida simplemente decorosa.
Torcuato Fernández-Miranda, por tanto, quedó a la expectativa de trabajo y ocupaba su tiempo en la preparación de los dos tomos de sus memorias. Quedó condenado al ostracismo, tras un pasado tan brillante en los máximos puestos de responsabilidad del Estado. El presidente Suárez le había marginado drásticamente desde que dejó la presidencia de las Cortes y no le había ofrecido alguna salida como las que eran usuales en España y otros países para un hombre de su categoría y con los servicios que había prestado. Se me mostró muy desilusionado.
Dificultades económicas
En cierta ocasión comentó que, a breve plazo, tendría preocupaciones económicas y que estaba buscando alguna solución. ¿Lo sabe el Rey? Casi da un brinco en la butaca para contestar: "¡Nunca! El Rey no tiene por qué saber estas cosas, ni por mí ni por nadie." No podía ejercer la docencia como catedrático de Derecho Político, puesto que el ministro de Educación, por razones de seguridad ante el terrorismo, le había rogado que no fuera a la Universidad. Y, por otra parte, no quería vincularse a la gran Banca privada ni a otras instituciones que, decía, podrían coartar su independencia o cambiar su imagen.
En cierta ocasión comentó que, a breve plazo, tendría preocupaciones económicas y que estaba buscando alguna solución. ¿Lo sabe el Rey? Casi da un brinco en la butaca para contestar: "¡Nunca! El Rey no tiene por qué saber estas cosas, ni por mí ni por nadie." No podía ejercer la docencia como catedrático de Derecho Político, puesto que el ministro de Educación, por razones de seguridad ante el terrorismo, le había rogado que no fuera a la Universidad. Y, por otra parte, no quería vincularse a la gran Banca privada ni a otras instituciones que, decía, podrían coartar su independencia o cambiar su imagen.
Esa defensa de su ser independiente le llevaba a mirar con lupa cualquier ofrecimiento, por ver si podría hipotecarle en el futuro. Sin embargo, Don Torcuato encontró una solución para sus penurias económicas: un estudio jurídico con su amigo Rafael Ruiz Gallardón, que le servia para conseguir ingresos y poder llevar una vida simplemente decorosa.
Torcuato Fernández-Miranda fallece en Londrés
Poco tiempo estuvo, por desgracia, en esa actividad en la que estaba contento y emprendedor. En julio de 1980 decidió ir a Londres para visitar a su hijo Enrique, el primogénito, médico que completaba su formación. Antes de viajar se hizo una revisión médica pues debido a un reumatismo que adquirió en la guerra tenia insuficiencia de la válvula aórtica. El chequeo fue satisfactorio y los médicos le dijeron que podía viajar sin problemas.
La frialdad del presidente de gobierno
Al poco de llegar a Londres, donde psicológicamente se encontraba amparado por su hijo médico, el 12 de julio tuvo una insuficiencia cardiaca congestiva. De madrugada fue trasladado a Saint Mary Hospital desde el Churchill hotel donde se encontraba. Allí permanecería casi seis días, durante los cuales el Rey llamaba con gran frecuencia para interesarse por su salud. Entre otros testimonios especiales, destacó el del presidente de las Cortes, Landelino Lavilla, quien como amigo y sucesor no sólo telefoneaba sino que manifestó su deseo de desplazarse para visitar al enfermo. Al parecer, el presidente Suárez consideró que era un gesto excesivo y le recomendó quedarse en Madrid.
A las 13,30 de aquel día 19 de julio murió. Sus restos fueron trasladados a Madrid. El entierro se realizó en la intimidad y Suárez, que no había llamado a Londres para interesarse por el enfermo, envió una corona que la fatalidad hizo que llegara tarde. El funeral familiar en Madrid estuvo muy concurrido por políticos y amigos.
El Rey tuvo el detalle de ofrecerle un funeral en el Palacio Real. Estuvieron los Reyes, la familia, una representación del gobierno y estaba invitado, naturalmente, el presidente del Gobierno, quien no apareció. Su reclinatorio, que no fue retirado, quedó allí como testimonio mudo y patente de su ausencia.
Lo recuerdo también como un gran profesor, a pesar de que debía explicar lo inexplicable
ResponderEliminar