La persecución religiosa fue atroz durante la guerra civil española.
Uno de sus principales estudiosos, Antonio Montero, arzobispo de Mérida-Badajoz, sostiene que en toda la historia universal de la Iglesia católica no hay un solo precedente, ni siquiera en las persecuciones romanas iniciadas bajo el terror de Nerón, a mediados del siglo I de nuestra era, de tanto derramamiento de sangre (una docena de obispos, 4.000 sacerdotes y más de 2.000 religiosas) en tan breve espacio de tiempo.
El mayor hostigamiento a los cátolicos en la historia de Europa Occidental
Resulta imposible precisar hoy el número de mártires registrados durante los dos siglos y medio de persecución romana. Con las fuentes disponibles, algunos historiadores de la Antigüedad admiten que tal vez pudieron haber muerto alrededor de 150.000 cristianos repartidos por el inmenso territorio que conformaba el imperio, desde las iglesias del norte de África hasta el Asia Menor, Hispania, la Galia o la Gcrmania.
Por si esta opinión, proviniendo de un ministro de la Iglesia, resultase parcial o arbitraria para algunos, añadiremos que un conocido hispanista nada sospechoso de clerical como Stanley G. Payne, el cual no duda en afirmar que el hostigamiento a los católicos durante la contienda civil fue el mayor en la historia de la Europa occidental, incluidos los episodios más violentos de la Revolución francesa, que se saldó con más de 2.000 mártires.
El propio Salvador de Madariaga, ex ministro de la República, aseguraba que "nadie con buena fe y buena información puede siquiera poner en duda los horrores de la persecución religiosa". Bastaba, recordaba Madariaga, "el mero hecho de ser sacerdote para merecer pena de muerte". .Así fue. Centenales de testimonios documentados, tanto por declaraciones de los mismos asesinos o de testigos presenciales, como por signos evidentes hallados en los cadáveres, muchos de ellos fotografiados porsus verdugos, demuestran esta doloroso verdad histórica. Quienes la niegan o cuestionan lo hacen sólo por mala fe o por ignorancia, parafraseando a Madariaga.
Los sucesos atroces de Valencia
Detengámonos, por ejemplo, en Valencia y su provincia, sin duda uno de los principales focos de la persecución. Algunas estremecedoras pinceladas recogidas por Vicente Cárcel Ortí, que desde hace más de treinta años trabaja en El Vaticano, bastarán para no dejar indiferente a nadie.
Al vicesecretario del arzobispado, José Fenoilosa, le destrozaron por completo el rostro. Al beneficiado de San Martín, Enrique Gimeno Archer, le encontraron con las manos ligadas y los miembros superiores amoratados, la cabeza deshecha y muestras evidentes de mutilaciones. Al capellán de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados de Valencia, Angel Olmedo, le sacaron un ojo, le cortaron una oreja y la lengua, y luego lo degollaron. El beneficiado de San Agustín, Vicente Peretó, fue conducido violentamente hasta la plaza de toros, donde le sacaron los ojos y le cortaron los genitales, lo mismo que al coadjutor de la Alquerieta de Alcira, José Martí Bataller.
Un verdadero exterminio
El reparto geográfico de las víctimas realizado por Ángel David Martín Rubio destaca la brutal persecución en el sur peninsular durante el verano de 1936. En la diócesis de Jaén desapareció cerca de la mitad del clero tras el asesinato de 124 sacerdotes.
En la de Málaga, se exterminó al 48% del clero. En Madrid, 435 víctimas, casi el 39% del clero secular. En Aragón, sólo el pueblo oscense de Barbastro perdió nada menos que a 123 sacerdotes de los 140 que tenía al empezar guerra.
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