A fínales de los 70, empezó a rumorearse entre los pescadores aragoneses que en unas zonas muy concretas de la cuenca del Ebro se había avistado un enorme pez que nadie había sido capaz de identificar.
Las primeras capturas revelaron que se trataba de ejemplares del Silurus glanis, un depredador hasta entonces desconocido en las aguas españolas originario de los ríos de Asia y Centroeuropa que puede pesar más de un cuarto de tonelada y rondar los 5 metros de largo.
Poco después, Roland Lorkowski, un biólogo alemán experto en ecosistemas fluviales, admitió que en 1974 había introducido por su cuenta en el río Segre, 32 alevines procedentes del Danubio. Su intención -que entonces no castigaba la Ley- había sido repoblar los embalses de Mequínenza y Ribarroja con alguna especie carnívora que contuviera la explosión demográfica de carpas que se había producido en el área. Hoy se sospecha que esta especie invasora, que se alimenta desde pequeños peces, anfibios e incluso hasta patos, podría colonizar también en los próximos años las cuencas del Ter y del Tajo.
El siluro, en los últimos años, ha sido introducido de manera ilegal en embalses, pantanos o ríos como el Guadalquivir que poco a poco van esquilmando la fauna original de nuestras reservas de agua dulce como así han denunciado diversas organizaciones ecologistas sin que las autoridades por el momento hayan tomado cartas en el asunto.
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