martes, 19 de noviembre de 2013

Los uigures: una minoría sin libertad en China

Ocho millones de uigures intentan mantener sus antiguas costumbres, a pesar de que sus señas de identidad están prohibidas en China.

En China los números peque­ños no existen. Por eso los uigures, a pesar de ser alre­dedor de ocho millones, no dejan de ser una minoría étnica, una de las cincuenta y cinco con que cuenta el gigante asiático. Residen en el Turkestán Oriental (de nom­bre oficial Xinjiang), la provincia más grande y occidental del país. Una región de extremos: con tres veces el tamaño de España, la mi­tad de su territorio es desértico y la otra mitad es alta montaña. 

¿Descendientes directos de los hunos?

Hay quien dice de los uigures que son los descendientes directos de los hunos, los ancestros de todas las etnias turcomanas, con las que comparten historia, orígenes y cultura. De ahí su idioma, que per­tenece al grupo de lenguas turcas. 

Originarios de las estepas que ro­dean el lago Baíkal (al norte de Mongolia), se trasladaron al Turkestán en el siglo IX, asentándose en los oasis que rodeaban el de­sierto del Taklamakán. Hicieron florecer ciudades como Kashgar, Khotan o Turlan, enclaves famosos de la Ruta de la Seda, y fueron céle­bres por sus dotes comerciales y sus conocimientos en medicina tradicional. Aún hoy son excelen­tes agricultores que cultivan frutas y algodón, y artesanos que traba­jan el cuero, la seda y la madera, aunque el petróleo encontrado en su territorio ha tenido como conse­cuencia la industrialización a mar­chas forzadas de sus ciudades. 

Musulmanes desde el siglo X

Los uigures practicaron el cha­manismo y el budismo, y se convir­tieron al islam a partir del siglo X. Con aquella nueva religión llegó también el alfabeto árabe, que to­davía hoy conservan. A pesar de su arraigada fe musulmana -en su co­rriente sunita-, la religión se prac­tica de una manera bastante laxa, celebrando incluso festividades como el Newruz y Naadam, de ca­rácter preíslámico. .

Gran parte de los pueblos aún conservan las construcciones tra­dicionales de adobe, en las que una gran estancia sirve de hogar para toda la familia. En eso no han per­dido sus raices nómadas. Tampoco en la música, que forma parte fun­damental de sus vidas y des sus celebraciones. Ni en la comida, ya que si bien son agricultores, mucha de su alimentación (arroz, cordero, pan, té con leche) hace honor a su origen trashumante.

Cientos de miles fuera de China

En 1867, Yaqub Beq (1820-1877) creó el jana­to de Kashgar y lo proclamó independiente de la China manchú durante diez años. A pesar de que su reinado fue sangriento y breve, su recuerdo perdura entre los uigures, sobreto­do entre aquellos que en 1962, huyendo del hambre y las persecuciones, hallaron refugio en Kazajistán. El nieto de Yaqub Beq, Azat Yakumbek, se ha convertido en líder de la co­munidad uigur en esa república ex soviética, formada por unas 250.000 personas. 

Corpulentos y de rostro afilado 

Los uigures impactan por su fiso­nomía. Con genes indoeuropeos, resultan corpulentos, de afiladas caras y prominentes pómulos, piel oscura y grandes ojos. Bien dife­rentes de sus compatriotas los han, mayoritarios en China, que en el año 1949 invadieron el Tur­kestán. Desde entonces, la bande­ra del pueblo uigur (igual que la turca, pero con fondo azul celes­te) está prohibida, como tantas otras de sus señas de identidad. 

Organizaciones en favor de los derechos humanos vienen denun­ciando los esfuerzos del gobierno de Pekín por imponer su cultura, El sistema más fácil, la coloniza­ción de los pueblos, da sus frutos: hace sesenta años, los uigures re­presentaban el 90% de la pobla­ción. Hoy no llegan al 45%.  

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