lunes, 7 de octubre de 2013

Jan Bédel Bokassa: el emperador de diamantes

Jan Bédel Bokassa, tras derrocar al presidente de la República Centroafricana, se autoproclamó emperador y se apoderó de los recursos de su país. Tras su caída, fue acusado de asesinar y devorar niños.

Los cargos por los que fue imputado en 1986, Bokassa ex dirigente de la República Centroafricana, estremecieron a la opinión pública mundial. El autonombrado emperador -a semejanza de Napoleón, al que admiraba -, había vuelo por sorpresa a Bangui, capital del país después de permanecer siete largos años en el exilio, fue inmediatamente enjuiciado y acusado de cometer todo tipo de atrocidades durante los años que había permanecido en el poder, entre 1966 y 1979.
 
Los supuestos delitos incluían apropiación indebida, torturas, asesinatos en masa y canibalismo. Pero Bokasa, que ya había sido imputado en 1980 y condenado a muerte en ausencia, negó todos los cargos. 
 
Líder del ejercito centroafricano

Jean-Bedel, conocido como el "Ogro de Berengo", había nacido en la aldea de Bobangui, en el seno de la familia de un jefe tribal. En 1939 se alistó en el ejército colonial francés, en cuyas filas combatió contra los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial. Abandonó las armas francesas en 1961 con el rango de capitán, y ese mismo año, su primo, el presidente David Dacko, le llamó para que dirigiera el ejército de la República Centroafricana, que acababa de obtener su independencia.

Bokassa derroca a David Dacko
 
Sin embargo, aquella relación cooperativa no se manten­dría mucho tiempo. El 1 de enero de 1966, con el país atravesando una grave crisis eco­nómica, Bokassa derrocó a Dacko y asumió la presidencia. Seis años después, consolidó aún más su poder al autoproclamarse pre­sidente vitalicio.
 
A mediados de esa década, el ya de facto dictador decidió encontrarse con Muammar al-Gaddafi. La reunión segu­ramente perseguía recabar la ayuda econó­mica de Libia, pero la política de Bokassa, lejos de beneficiar a la población, se hizo más tiránica.
 
Emperador al estilo Napoleón
 
Empezó a rumorearse tanto en el país como fuera de él que estaba loco, en especial por sus extravagantes caprichos. Así, en 1977 se coronó emperador al estilo de Napoleón, su héroe, en una majestuosa ceremonia que costó más de 20 millones de dólares de la época. Para que el aconteci­miento fuera lo más parecido posible a la escena que el pintor David inmortalizó en el cuadro de la coronación de Napoleón que se encuentra en el Louvre, Bokassa mantuvo arrodillada ante él a su Josefina particular que, en esa ocasión, se llamaba Catherine.
 
Una nueva monarquía

Hasta ese año, Bokassa, que adoptó el tí­tulo de Emperador de África Central por la "voluntad" del pueblo centroafricano unido al partido político nacional, el MESAN, había superado dos golpes de Estado y un intento de asesinato. Intentó justificarse asegurando que una monarquía serviría para desmarcar al país de sus vecinos y hacer que éste pro­gresara.
 
Sin embargo, ni se llevaron a cabo reformas democráticas, ni cesó la represión contra los disidentes. Es más, en los años si­guientes, se endureció el régimen, la tortura se hizo práctica habitual y se extendieron los rumores de que el propio Bokassa participa­ba en ellas y de que incluso consumía carne humana.
 
El apoyo francés
 
La dictadura impuesta por Bokassa no impidió al gobierno de Fran­cia continuar apoyando a aquel dictador que en su coronación había portado, entre otras cosas, los zapatos más caros de la historia: unas sanda­lias recubiertas de perlas encargadas a la casa Berluti de París que costaron 85.000 dolares.
 
El propio Valéry Gíscard d´Estaign, que ocupó la presidencia gala entre 1974 y 1981, se consideraba un amigo del emperador africano, al que no sólo de­fendió en su puesto sino que le procuró la ayuda económica y militar necesaria para sostenerle en el poder. En con­trapartida, Bokassa invitaba a d'Estaígn a safaris y se convirtió en un importante provee­dor de uranio para Francia, un mineral imprescindible para el sostenimiento del programa nuclear de este país, entonces en pleno desa­rrollo.
 
El primer ministro galo contra las cuerdas
 
Este comportamiento suscitó duras criticas entre muchos sectores franceses, que se acrecentaron cuan­do el semanario Le Canard Enchaine descubrió que Bokassa a menudo re­galaba diamantes al presidente.
 
Más tarde éste declaró que las piedras eran de escaso valor -se especula que en realidad podrían haber sido diaman­tes de uso industrial- y que aún así las había vendido y donado el dinero obtenido por ellas para obras de cari­dad en la República Centroafricana. Su popularidad, sin embargo, se vio muy afectada y en 1981, Mitterrand se impuso en las elecciones.

El gobierno francés, que hasta entonces gozaba de una posición privilegiada en el país, temió que la escala­da de violen­cia terminaría perjudicando sus intereses, así que acabó implicando a Bokassa y a su guardia en la matanza de un centenar de estudiantes que protestaban contra el coste de los uniformes escolares obligatorios que fabricaba una compañía propiedad del dictador. Se llegó a comentar que devoró a parte de ellos.
 
Intervención francesa y derrocamiento
 
Así las cosas, en septiembre de 1979, aprovechando que estaba fuera del territorio, los franceses en­viaron un contingente de paracaidistas que acabó con su gobierno, restableció la repú­blica y repuso a Dacko en la presidencia.

Bokassa fue desterrado a Costa de Marfil, desde donde se dirigió a Francia con buena parte de los fondos de su país. Sin embargo, en octubre de 1986 decidió regresar por sor­presa a Bangui, donde fue inmediatamente arrestado. Aunque durante el proceso se anunció que las acusaciones de canibalis­mo eran in­fundadas, la leyenda -real o no- del emperador caníbal ya había prendido con fuerza en la
opinión púbica.
 
Su sentencia de muerte fue conmutada por la de 20 años de prisión, una pena que sólo cumplió hasta 1993. Tres años más tarde falleció en la capital de la República Centroafricana de un ataque car­diaco. Para entonces había engendrado 50 hijos con sus 17 esposas.

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