domingo, 31 de mayo de 2020

El Gulag de Kolymá: La carretera de los huesos

La carretera de Kolymá, conocida también como "la carretera de los huesos" o "trassa" (la ruta) es, sin duda, uno de los lugares más espantosos del planeta.

Iniciada su construcción a principios de los años 30, la carretera de Kolymá o “carretera de los huesos” tiene una longitud de 2.032 kilómetros y recorre el tramo central de la Siberia Oriental (Yakutia) para terminar a orillas del Pacífico en la localidad de Magadán. En su asfalto, guarda la macabra y triste historia de miles de prisioneros del Gulag fallecidos en su construcción, cuyos restos fueron utilizados como “mezcla” en las labores de pavimentación para que la carretera fuera más estable.

Stalin ordena su construcción  

La “Carretera de los huesos”, que aún sigue en uso, comenzó a construirse a principios de los años 30 hasta el mismo año en que murió Stalin, en 1953.

En su construcción participaron centenares de miles de prisioneros, en su mayor parte disidentes al régimen estalinista deportados a campos de trabajo en Siberia. El primer tramo fue construido por prisioneros del campo de trabajo de Sevvostlag en 1932 para, posteriormente ser continuada por presos del Gulag hasta 1953. Por cada metro de carretera construido, decenas de trabajadores morían de hambre y frío, siendo sustituidos por nuevos presos que llegaban deportados, cuya esperanza de vida se acortaba a un máximo de dos años.

Millones de víctimas en la “carretera de los huesos”

A la muerte de Stalin, la propaganda soviética intentó silenciar el horror que supuso para miles de personas la construcción de la carretera de Kolymá, la cual, se había convertido en sinónimo de muerte. La caída del comunismo permitió que salieran a la luz numerosos detalles del padecimiento de aquellos prisioneros, de los cuales, muchos de ellos, ni siquiera eran opositores al régimen soviético, sino miembros de alguna etnia por la que Stalin (él era de Georgia) sentía aversión, como era el caso de los chechenos y los ucranianos.

Durante la Segunda Guerra Mundial, más de diez mil prisioneros del eje alemán murieron en la construcción de la carretera de Kolima. No se conoce el número aproximado de víctimas pero algunos investigadores como Robert Conquest, aseguran de forma rotunda, que desde su inicio a principios de los años 30 hasta 1953 pudieron haber muerto más de tres millones de personas.

El lugar más frío de la Tierra

La carretera para Stalin, tenía un gran valor estratégico ya que garantizaba el transporte entre la costa y las minas del interior, además de cerrar las comunicaciones con la provincia ártica de Vladivostok, uno de los lugares más fríos de la tierra. De hecho, en las inmediaciones de uno de los tramos de la “carretera de los huesos”, en la República siberiana de Sajá, se encuentran las dos localidades – Tomtor y Oymyakon - que presumen de haber registrado, hasta el momento, las temperaturas más bajas en una población habitada por el hombre, - 72º C.

La fragilidad del pavimento

La carretera es estrecha y muy boscosa con el problema añadido del barro que inunda el terreno, desde la época del deshielo hasta que se vuelve a congelar, a causa del permafrost en algunas zonas determinadas de taiga. La mayor parte del trayecto de la carretera de Kolymá tiene un problema común: la inconsistencia del asfalto provocado por el enorme colchón de agua bajo la superficie.

Cuando los huesos salen a la superficie

Esta fragilidad del pavimento fue una de las causas por la que los prisioneros que fallecían durante la construcción de la carretera eran abandonados allí, ya que sus huesos servían como “mezcla” en las labores de pavimentación para que la carretera fuera más estable. Aunque esta solución fue relativa puesto que con la llegada del verano se producían inundaciones provocando que los huesos salieran a la superficie. Algo macabro, que ha provocado que, incluso hoy en día, el pavimento sea un amasijo de huesos mezclados con el asfalto de la carretera.

Sin duda alguna, la carretera de Kolymá es la mayor fosa común del mundo, abarcando más de dos mil Kilómetros de muerte y sufrimiento. Uno de los pocos que sobrevivieron los últimos años de la construcción de la carretera fue Varlam Shalámov que se adentra en el infierno de Kolymá, a través de su libro “Los relatos de Kolymá”, donde se describe en 32 narraciones breves todo el horror padecido en aquel inhóspito lugar donde la vida carecía de valor alguno. Su obra es fundamental para conocer y entender uno de los pasajes más espeluznantes del siglo XX.

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