El sionismo como expresión fue creado en 1886, por Nathan Birnbaum; tenía como finalidad la reconstrucción de una patria nacional judía en Palestina.
Tomó su nombre del hebreo Sión, con el que se designa la colina de la parte noroeste de Jerusalén, donde se construyó esa ciudad y sobre la que se encontraba el templo de Salomón, que llegó a ser el símbolo de esta ciudad santa.
El origen del sionismo místico
Primeras migraciones judías modernas a Israel |
El sionismo se organizó como movimiento judío en el último decenio del siglo XIX y, como señala J.P. Alem, tiene dos fuentes fundamentales: la primera, de carácter permanente, salida de las profundidades místicas del judaismo, y la segunda, nueva y activa, de tipo político, nacida de los cambios y alteraciones producidos en la Europa de fines del siglo XIX, junto con la formulación de una nueva conciencia nacional judía.
Las raíces últimas del sionismo se encuentran, en primer lugar, en el sentimiento religioso y colectivo del pueblo judío, que ha animado y sustentado la difícil y agitada historia de este pueblo desde la antigüedad: en el sionismo místico.
La nostalgia de Sión inundaba el alma judía desde la destrucción del Templo y la primera dispersión, y durante los siglos de su exilio, el pueblo de Israel no perdió jamás la esperanza de una restauración de Sión. La Tierra Santa simbolizaba todas las esperanzas místicas y temporales del pueblo judío en el exilio, cuya plegaria y deseo principal era la reconstrucción de Jerusalén.
Un sentimiento común y la indisoluble trilogía
Los judíos dispersos por el mundo mantienen la unidad y el rigor de su religión y sus tradiciones, que tienen sus fundamentos en la lejana y perdida tierra del Israel, a la que se siguen considerando unidos. El fundamento mismo del judaismo es una indisoluble trilogía: Dios, Pueblo,Tierra. La destrucción del Templo y la dispersión ahondan más la conciencia de la Ley y la memoria de Sión en la vida religiosa y las instituciones haciendo que el recuerdo de Palestina permanezca como una realidad viva en la colectividad judía disgregada por el mundo, aunque unida por un sentimiento común.
Los primeros centros judíos en Palestina
Pero a lo largo de la historia, el pueblo judío pudo constatar las diferencias entre sus aspiraciones y la realidad de su existencia. Con carácter individual, algunos dirigentes religiosos intentaron en diversas ocasiones, durante estos tiempos difíciles, reunir a grupos afines en Tierra Santa y organizar centros judíos en Palestina, pero sin éxito; y al mismo tiempo las condiciones de vida de los judíos entre las sociedades europeas se iban deteriorando, entre crecientes dificultades y marginaciones, que configuran un latente antisemitismo.
El mesianismo judío
Escribe N. Weinstock que cada vez que en el pasado se amenazaron las bases de la vida social judía, lo precario de las condiciones de existencia se tradujo por su surgir de misticismo, que compensaba las miserias de la vida real con una huida en lo imaginario. Las tradiciones históricas de la religión judía, y principalmente las supervivencias arcaicas, tales como el concepto de pueblo elegido, debían favorecer en su interior la forma específica de mesianismo; y el mesianismo judío, que revistió formas múltiples, conoció un nuevo momento de favor en cada período de persecución.
Los primeros asentamientos
En este sentido, a finales del siglo XV, con ocasión de una doble circunstancia histórica, se consolida en Palestina una pequeña comunidad judía: primero, por la expulsión de los judíos de España en 1492, a lo que siguió una poderosa corriente mesiánica, y, segundo, por la ocupación de Tierra Santa por los otomanos, cuyos sultanes protegen a las minorías judías.
Desde entonces, grupos judíos acudieron a Palestina, donde reviven diversas comunidades judías como en Jerusalén, Tiberiades, Hebrón y Safed, aunque con variada suerte; y en todo caso no se trataba de emigraciones, sino de peregrinaciones.
Intentos de colonización
Hubo a partir de entonces otras tentativas de instalaciones de judíos en Palestina, que quedaron en proyectos o tuvieron escaso eco, y no alcanzaron el nivel de realización, como la de Joseph Nassi a mediados del siglo XVI, la proclamación de Bonaparte en 1799, o la de Moses Montefiore a mitad del siglo XIX. Y también en este sentido puede incluirse la acción de la Alianza Israelita Universal, fundada en París en 1860, para favorecer la emancipación moral e intelectual de los judíos, y que en 1870 creó en Jaffa la escuela de agricultura de Mikueh-lsrael, en un intento de colonización de Tierra Santa.
Pero, en definitiva, todos estos intentos son empresas aisladas, animadas de una conciencia mística y del recuerdo de Sión, que sólo movilizan a un escaso grupo de población y que en ningún caso alcanza el carácter de inmigraciones judías a Palestina. Como escribe J.P. Alem, sólo había unos 25.000 judíos en Palestina, entre 600.000 árabes, cuando en torno a 1880 el sionismo político, que en este momento actúa, se une al latente sionismo místico para crear un fuerte y organizado movimiento sionista.
Los orígenes del sionismo político
Entre 1862 y 1880, dos hechos de diverso carácter, pero relacionados en torno a una misma cuestión, dan origen al sionismo político y a los planes de regreso a Sión, uniéndose a la corriente anterior del sionismo místico para generar un auténtico y universal movimiento sionista; estos dos hechos son: la publicación del libro de Moses Hess, "Roma y Jerusalén" y el recrudecimiento del antisemitismo en Europa con persecuciones de judíos.
Un estado judío en Palestina
Moses Hess, compañero de juventud de Marx y Engels, puede ser considerado como el primer teórico del sionismo. En 1860 escribió su obra "Roma y Jerusalén", donde hace una profesión de fe del sionismo, y que contiene por primera vez la idea de la vuelta del pueblo judío a su tierra ancestral, como una parte integrante y en el contexto de la expansión colonial europea, con la fundación de un estado judío en Palestina. Pero el libro y la idea de Moses Hess tuvieron escaso eco en su época.
Ola de antisemitismo en Europa
Fue la ola de antisemitismo que se extendió por Europa oriental y central principalmente desde 1880-81 con las medidas contra los judíos, lo que replanteó la cuestión del regreso a Sión. Momentos de esta actitud antisemita fueron: el recrudecimiento del antisemitismo en Alemania en 1880, las agitaciones y persecuciones contra los judíos en el sur de Rusia en 1881, en más de cien villas y aldeas, pero en especial los sucesos de Kiev y de Odessa, las medidas discriminatorias contra los judíos en todo el Imperio zarista y la extensión de las masacres a Polonia y otros países de Europa central.
'Autoemancipación', el más poderoso manifiesto del sionismo
Del horror surgió el sionismo político, que extendió y generalizó la idea de la necesidad del regreso del pueblo judío a su hogar nacional: en 1881, Lilienblum, bajo los efectos de las primeras persecuciones, lanzó una llamada de vuelta a la antigua patria judía: en 1882, el médico de Odessa, León Pinsker, escribió 'Autoemancipación', el más poderoso manifiesto del sionismo, donde expone que la única solución del problema judío es la reagrupación de los hijos de Israel en un territorio nacional independiente: los judíos deben autoemanciparse haciendo de su pueblo un pueblo como los otros, y de su nación, una nación como las demás, con una patria propia.
Los amigos de Sión
Con la idea de patria judía se organiza el sionismo político, y el movimiento va ganando extensión y amplitud por primera vez. Pinsker funda y entra en relación con otros grupos judíos, como los Amigos de Sión y Lilienblum, alcanzando difusión por Europa oriental y organizando actividades en Palestina, entre 1870 y 1896, con la fundación de colonias agrícolas por diversos grupos, como la Alianza Israelita Universal.
Exponente de la expansión y ramificación del sionismo político en esta fase es la celebración en 1884, en Katowice, de una asamblea sionista organizada por los 'Amigos de Sión'; de ella surgieron los fundamentos de una asociación, de la que Pinsker fue presidente y Lilienblum secretario.
Teodoro Herzl y 'El Estado judío'
Surgen así el nacionalismo judío y su formulación política sionista, que son concepciones absolutamente nuevas, originadas en el contexto sociopolítico de la Europa oriental del siglo XIX; y la toma de conciencia nacionalista judía quedó circunscrita al judaismo del este europeo. En este contexto surge la figura y la acción del ideólogo principal del sionismo, Teodoro Herzl, auténtico organizador del movimiento sionista, a partir de todo lo anterior.
En 1895 publicó el libro que sería decisivo en todo este proceso: 'El Estado judío'. Su tesis es sencilla: el antisemitismo, forma de odio racial, no puede eliminarse más que por la reorganización de los judíos en un centro autónomo, el Estado de los judíos. Y su conclusión es que la nación judía debe resurgir sobre un territorio propio. A diferencia de los escritos sionistas precedentes, esta obra suscitó inmediatamente un vasto movimiento de interés y galvanizó a las masas judías de Europa oriental.
El Estado judío', de poco más de cien páginas, donde Teodoro Herzl desarrolla la idea del establecimiento de un Estado de los judíos, y expone todo su pensamiento sobre el asunto, consta de un prefacio, una introducción, tres partes o capítulos y una conclusión.
El contenido principal de su plan se encuentra en los tres capítulos centrales; en el primero, titulado Consideraciones generales, traza una sucinta perspectiva histórica de la cuestión judía y del antisemitismo, esbozando el proyecto de la Society of Jews y la Jewish Company, así como sobre el lugar del establecimiento de la patria judía: duda entre Argentina y Palestina y prefiere a ésta porque es nuestra inolvidable patria histórica; los otros dos capítulos tratan respectivamente sobre todos los aspectos y caracteres, organización y actividades de la Jewish Company y de la Society of Jews como bases de la formación del Estado judío; para terminar con una breve conclusión, en la que reitera la afirmación de que los judíos tendrán su Estado.
La actividad de Teodoro Herzl y las reacciones suscitadas por su obra animaron un amplio y creciente movimiento sionista, que aglutinó las corrientes místicas con las tendencias políticas en favor de la creación de un estado judío en Palestina.
Dinamización del sionismo
Las iniciativas y acciones de Teodoro Herz dinamizan el movimiento: es necesario establecer un lazo entre los grupos judíos dispersos de la diáspora. Para ello, en 1897 creó un periódico, Die Welt, y en agosto del mismo año organizó e Primer Congreso Sionista Mundial en Basilea, al que asisten 200 delegados llegados de países de Europa, en especial de Europa oriental, donde había suscitado una adhesión masiva, de América y Africa, y que constituyó la reunión, por primera vez, de una asamblea nacional judía de alcance mundial.
Organización Sionista Mundial
El Congreso adoptó el programa de Basilea resumido en esta frase: El sionismo tiene como fin crear para el pueblo judío un hogar en Palestina, garantizado por el derecho público. Se creó la Organización Sionista Mundial con Teodoro Herzl como presidente.
De esta manera el sionismo se define ya como un movimiento esencialmente político, con un fin bien determinado que se propone alcanzar por medio de una acción y negociaciones políticas.
Para llegar a sus objetivos se elabora el programa de Basilea, que contiene las siguientes medidas: la potenciación sistemática de la colonización de Palestina mediante el establecimiento de agricultores, artesanos y obreros judíos; la organización y federación de todo el judaismo, a través de sociedades locales y federaciones generales, en la medida permitida por las leyes de los países en donde se funden; la reafirmación del sentimiento nacional judío y de la conciencia nacional del pueblo judío; y por último, gestiones preparatorias a fin de obtener de los gobiernos el consentimiento necesario para alcanzar el objetivo del sionismo.
Teodoro Herzl se dedica desde entonces a negociar con las potencias mundiales la obtención del territorio que permita la construcción del hogar judío, y para ello realiza gestiones y se entrevista con dirigentes de Alemania, Turquía, Rusia, el Vaticano, Italia y Gran Bretaña, pero sin lograr resultados positivos.
La creación de la banca colonial judía
Tras las celebraciones del Segundo y Tercero Congresos Sionistas en 1898 y 1899, en Basilea, se proyecta y organiza una banca colonial judia, junto con la constitución del Fondo Nacional Judío, en 1901, con lo que se crean estas dos instituciones financieras al servicio del plan de Teodoro Herzl, al mismo tiempo que se extiende la acción y propaganda del sionismo a escala mundial, llegando a contar con una red de poderosas federaciones sionistas por todos los países.
El movimiento sionista crece, y al mismo tiempo surgen diversas tendencias en su seno, entre religiosos y ateos, burgueses y socialistas, humanistas y políticos, así como posturas polémicas y críticas.
El sionismo ha adquirido tal desarrollo e importancia que llega a ser una cuestión con la que tiene que contar la política europea; pero el mayor obstáculo para su consolidación continúa siendo la falta de un territorio donde asentar la colonización judía.
Localización del futuro estado
En estos años se suceden varios proyectos y propuestas de diversos países, sin descartar la tierra preferida de Palestina en ningún momento; en 1902, el Gobierno británico propuso al sionismo la colonización de la región de El Arish, en la península del Sinaí, que fue rechazada por inviable; algunos sionistas proyectaron la colonización judía de Chipre, mientras otros, como N. Birnbaum, defendían la instalación sionista en países limítrofes de Tierra Santa.
El Quinto Congreso Sionista adoptó el principio del rescate sistemático de la tierra en Palestina, y creó en este sentido el Keren Kayémeth, que desempeñó un papel esencial; y con ocasión del Sexto Congreso Sionista, en 1903, se discutió el nuevo ofrecimiento hecho por el Gobierno británico, que prestó una especial atención al sionismo, de un territorio en Uganda para la colonización judía: aunque Herzl se mostró, en principio, partidario de aceptar, los sionistas euro-orientales lo rechazaron y acabaron por imponerse defendiendo la idea de que no hay sionismo sin Sión.
Disensiones y divergencias en el movimiento sionista
En 1904, el movimiento sionista es una realidad viva, pero las diferencias surgidas en el Sexto Congreso provocan disensiones internas y divergencias en el seno del sionismo, que se mantenían latentes; también en esta fecha murió Teodoro Herzl, a la edad de cuarenta y cuatro años, apareciendo como nuevos dirigentes del sionismo las figuras de I. Zangwill y Ch. Weizmann.
A pesar de la división interna que muestran las diversas corrientes del movimiento, el sionismo es ya en estos años la expresión política de un sólido nacionalismo judío, que dispone de estructuras políticas y de órganos financieros y económicos, y que se dirige con firme decisión hacia su territorio histórico.
La colonización progresiva de Palestina
Pese a su temprana muerte —44 años—, Teodoro Herzl pudo ver los primeros frutos de su doctrina. En 1904 trabajaban ya en Palestina unos 700.000 judíos, que sobrepasarían los 100.000 tres años más tarde, tras la segunda aliyá (subida a Sión) provocada por los rusos posteriores al Domingo sangriento de 1905.
La tierra sobre la que se habían establecido estas primeras aliyás, Palestina, nunca tuvo unas delimitaciones geográficas muy definidas. Para los judíos, la Tierra prometida coincidía con los límites dados por la Biblia, muy diferentes en cada momento histórico; pero las fronteras evidentemente preferidas eran las de los imperios de David y Salomón, que por el norte llegarían al Eufrates; por el sur, hasta el mar Rojo, por el oeste, al mar Mediterráneo, y por el este, hasta bien dentro de la actual Jordania.
Los límites de esa Palestina a la que llegaban los judíos eran los fijados por el Imperio otomano. Fronteras políticas que no tenían mucho que ver con las naturales, que los geógrafos de principios de siglo fijaban, por el norte, en los montes del Líbano y las colinas del Golán: por el sur, en el desierto del Sinaí; por el oeste, en el Mediterráneo, y por el este, en la actual Jordania, hasta el límite donde llega la humedad del Jordán. Esto es: una región de 25.124 kilómetros cuadrados, dividida en dos por el río Jordán; al oeste, la Cisjordania, con 16.643 kilómetros cuadrados, y la Transjordania, al este, con 9.481 kilómetros cuadrados.
Palestina en el primer cuarto de siglo XX
En los años anteriores a la Primera Guerra Mundial, las actividades sionistas se orientan en una doble dirección, que desembocarán en la creación del Estado de Israel: Por un lado, la colonización de las tierras de Palestina, con el progresivo asentamiento de inmigrantes judíos, en su mayoría procedentes de Europa oriental, que, como colonos, van a constituir el armazón social y colectivo del futuro Estado judío. Y, por otro, el reconocimiento internacional con la obtención del derecho al establecimiento de una patria nacional judía, que le será concedido por el Gobierno británico mediante la Declaración Balfour, en noviembre de 1917.
La población de Palestina hacia 1910 era una amalgama de pueblos, religiones y lenguas, cuyo único nexo de unión era la convivencia, bastante pacífica, bajo las leyes otomanas. En esa época alcanzaba los 700.000 habitantes, de los que eran árabes unos 550.000; unos 100.000 eran judíos y el resto turcos, alemanes, franceses y norteamericanos.
La influencia judía y su predominio en Palestina
Y si bien la población judía no sobrepasaba el 14% del total, componía el grupo más poderoso y definido de la región. Primero, porque los judíos se concentraban en la Cisjordania (unos 600.000 habitantes en total), donde constituían casi el 17% de la población. Segundo: estaban bien organizados por el Sionismo y sus agencias, tenían un bagaje tecnológico y cultural muy superior a la población nativa y disponían de mayores medios económicos y del empuje de su ideología del retorno a Sión. Tercero, gozaban de la protección turca, fuente de muchos privilegios, pues Estambul se beneficiaba de las inversiones sionistas en Palestina y, a la vez, jugaban la carta judía contra los primeros movimientos nacionalistas árabes.
Reflejo de esta fuerza sionista y de la protección que gozaban los judíos es que en 1910 había en la zona de Jerusalén más de cien escuelas judías, cifra que duplicaba a los centros de enseñanza árabes de esa zona. La mayoría de los bancos, comercios y medios de comunicación importantes estaban en manos o bajo control judío e, incluso, el Gobierno turco había creado una sección de policía formada por judíos.
Según se ve, los judíos regresaban a la Tierra prometida con las actividades que les habían caracterizado en el mundo entero, desviándose de los propósitos que los ideólogos sionistas y presionistas habían preconizado: el cultivo de la tierra, aunque también en este campo comenzaron a destacar, ya que en vísperas de la Primera Guerra Mundial eran judías buena parte de las mejores explotaciones agrícolas de Palestina.
El kibbutz y las primeras manifestaciones árabes contra los judíos
Sin embargo, en este terreno los problemas eran graves para los inmigrantes judíos. Por un lado, muchos de ellos no estaban acostumbrados al cultivo de la tierra, por lo que pronto se dedicaron a actividades más lucrativas o más afines con su trabajo en el pais de origen o abandonaron Palestina. Por otro, las pequeñas explotaciones resultaban escasamente rentables, con lo que el agricultor sionista aislado terminaba cultivando la tierra con la misma pobreza de medios que los nativos. En cuanto a las grandes explotaciones, se decidieron pronto por la rentabilidad económica, en contra de los objetivos políticos, y contrataron mano de obra nativa, mucho más barata y mejor aclimatada.
Estas dificultades, más las teorías socialistas o marxistas —que muchos habían importado de sus lugares de origen— sobre explotaciones comunales y cooperativas, dieron lugar a las primeras granjas colectivas, los kibbutz, donde los trabajadores compartían el trabajo, el alimento, las instalaciones y los beneficios.
El éxito fue inmediato. Se abarataron los costes de producción, dispusieron de medios para adquirir maquinaria y diversificaron los cultivos. Antes del estallido de la Primera Guerra Mundial ya funcionaban en Palestina 14 kibbutz.
Pero la instauración de los kibbutz originó graves problemas con la población nativa, ya recelosa del poder que estaban consiguiendo los recién llegados. Los kibbutz dejaron a muchos obreros agrícolas sin trabajo y los bajos costes de su producción arruinaron a muchos propietarios, que hubieron de vender a las organizaciones sionistas sus tierras, sobre las que se asentaban nuevos inmigrantes.
A esta época y, principalmente por esta causa, corresponde la primera movilización árabe contra el sionismo. De estos años datan los primeros atentados terroristas, ciertamente muy aislados, que se conocieron en Palestina.
La Declaración Balfour
Una de las pocas cosas en que árabes y judíos están de acuerdo es que la política británica sobre esta zona, en treinta años de influencia, fue siempre desacertada.
La historia británica en Palestina comienza con la Gran Guerra. Cuando el Imperio otomano se unió a los imperios centrales, sus ejércitos trataron de apoderarse del canal de Suez. En la vía de agua fueron frenados por un ejército británico y comenzó en el Sinaí una batalla de posiciones, convirtiéndose Palestina en la retaguardia del ejército turco.
Las leyes de guerra cayeron sobre la comunidad judía de Palestina, pues los turcos tomaron a los sionistas como aliados de los británicos. El empleo del hebreo fue prohibido en lugares públicos, así como en letreros de calles y comercios. Los judíos en edad militar fueron enrolados en el ejército otomano o expulsados de Palestina. Algunos casos de espionaje judíos desencadenaron persecuciones, encarcelamiento y ejecuciones. Todo esto determinó que cuando concluyeron las hostilidades la comunidad judía de Palestina estuviera reducida a 50.000 personas.
La guerra resultó muy dura para Londres en Oriente Medio. Mientras en el Canal la situación era indecisa, un ejército anglo-indio, a las órdenes de Townshend, fue aplastado por los turcos en Mesopotamia. En esos momentos se produce un acuerdo anglofrancés, conocido como Sykes-Picot —16 de mayo de 1916—, que prometía la independencia a los árabes si colaboraban en la guerra contra Turquía.
Pero el acuerdo Sykes-Picot tenía un alcance muy superior, que por algún tiempo fue secreto. Por un lado, trataba de frenar el expansionismo ruso hacia el Mediterráneo y, por otro, Francia y Gran Bretaña se repartían parte de Arabia y Oriente Medio. Londres se reservaba Jordania, parte de Irak, de la Península Arábiga y del Golfo Pérsico, además de los puertos de Acre y Haifa. La parte francesa se componía del norte de Irak, Siria y Líbano. Palestina quedaría bajo una administración internacional.
Probablemente los árabes no hubieran combatido contra los turcos con el mismo denuedo de haber conocido el total de los acuerdos, pero lo cierto es que contribuyeron a la victoria británica, cuyas tropas entraban en Jerusalén a finales de 1917. Por cierto que con ellas marchaba un batallón de fusileros judíos voluntarios, que posteriormente aumentaría sus efectivos hasta 5.000 hombres.
En ese momento se produjo la declaración Balfour. ministro británico de Asuntos Exteriores, que el 2 de noviembre de 1917 escribía a Lord Rothschild:
Estimado Lord Rothschild: tengo sumo placer en comunicarle, en nombre del Gobierno de S. M.. la siguiente declaración de simpatía hacia las aspiraciones judío-sionistas. declaración que ha sido sometida a la consideración del Gabinete y aprobada por el mismo:
El Gobierno de S. M. contempla con simpatía el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y empleará sus mejores esfuerzos para facilitar el cumplimiento de este objetivo, quedando claramente entendido que nada se hará que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatuto político de que gozan los judíos en cualquier otro país.
Agradeceré que lleve usted esta declaración al conocimiento de la Federación Sionista. Suyo sinceramente. Arthur James Balfour.
Gran Bretaña, que no había mostrado simpatía alguna hacia el establecimiento sionista en Palestina, apoyaba ahora la creación de un hogar nacional judío. Tal cambio puede atribuirse al apoyo económico de la banca judía al esfuerzo bélico anglo-francés: a las presiones de las comunidades judías de los Estados Unidos, dueñas de buena parte del dinero que estaba financiando la guerra y las presiones de Caín Weiz-mann, máxima autoridad sionista de la época, jefe de los laboratorios militares británicos e inventor de algunas de las armas que se estaban utilizando.
Convivencia árabe y judía
Los árabes no reaccionaron contra la declaración Balfour. Un hogar nacional judio no era evidentemente un obstáculo para la existencia de un hogar o una patria palestina, ni para la buena convivencia de ambas comunidades, como había venido sucediendo en Palestina durante los últimos lustros y durante toda la historia del Islam.
Así. cuando se produjo el colapso de los imperios centrales y llegó el final de la guerra, Weizmann logró negociar con Feisal. heredero del Jerife Hussein y representante árabe en las diversas conferencias que trataron de reestructurar el mundo salido de la guerra.
De tales negociaciones salió un tratado según el cual los árabes favorecían el establecimiento de los judíos en Palestina de acuerdo con la declaración Balfour: asimismo se hacían votos por la cooperación y mutua ayuda entre las dos comunidades.
Se desconocen las promesas hechas por Weizmann a Feisal para conseguir tal acuerdo, pero siempre se ha supuesto que el dirigente sionista prometió dinero al árabe para desarrollar rápidamente las tierras que iban a lograr su independencia y apoyo político para frenar las aspiraciones que la familia Wahabita, acaudillada por el jeque Ibn Saud mantenía sobre el imperio del Hachemita Hussein.
El mandato británico
El fenómeno más sobresaliente del Mandato británico en Palestina fue, sin duda, la inmigración judía entre 1920 y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Esta inmigración, alentada por el movimiento sionista y la Agencia Judía y precipitada por las persecuciones nazis, cambió totalmente la vida en Palestina: la composición del hábitat, la situación social, el régimen económico y la convivencia entre gentes de diferente religión y raza.
En el censo de 1922, la población establecida en Palestina era de 850.000 personas: 700.000 musulmanes, 82.000 judíos, 62.000 cristianos y 6.000 de otras religiones. El peso porcentual de los judíos y su importancia cualitativa no dejarían de incrementarse en los años siguientes.
Emigración masiva a Palestina
Los emigrantes judíos, que llegaban encuadrados en aliyás, solían ser jóvenes, hombres preferentemente, formados en escuelas de capacitación agrícola o curtidos en un bien experimentado trabajo familiar, como el artesanado o el comercio.
Procedían en su mayor parte de la URSS, de Lituania y de Polonia. Les movía una poderosa fuerza interior, una misión inaplazable para el sionismo: la construcción del Estado de Israel.
Estos emigrantes eran recibidos en Palestina por una poderosa organización financiada con dinero internacional judío, la Histadiut. Era una especie de organización sindical, que impartía una fuerte formación ideológica y servía como empresa comercializadora de productos y de adquisición de tierras.
La Histadrut se hacía cargo de los recién llegados. Les buscaba trabajo y alojamiento. Pero, también, se ocupaba de la puesta en marcha de las explotaciones agrícolas, como el kibbutz o el moshav (2). Lograba precios muy ventajosos para sus productos y podía ofrecer cantidades inusitadas en Palestina por las tierras en que estaba interesada.
Deterioro en la convivencia
Esta inmigración causó sobre la población palestina un efecto caótico. En aquella sociedad tradicional, escasamente culta, sin ninguna industrialización, con sistemas agrícolas arcaicos y prácticas comerciales obsoletas, la implantación judía provocó una crisis comercial y, sobre todo, agraria.
Los rendimientos logrados por los establecimientos agrícolas sionistas y por sus sistemas de comercialización, arruinaron a muchos campesinos, que vendieron sus tierras y se convirtieron en braceros o emigraron. Entre 1918 y 1945, las propiedades agrícolas judías pasaron se incrementaron a 152.110 hectáreas y se produjo en unos veinte años, ya que en 1939 se prohibió comprar tierras a los judíos, aunque se produjeron adquisiciones clandestinas.
La masiva afluencia de judíos y sus consecuencias socioeconómicas de alta peligrosidad política para el futuro, como ya vislumbraron los líderes árabes, determinó una conflictividad elevada que no siempre acertaron a cortar las autoridades británicas. El deterioro de la convivencia en Palestina se agravó a partir de 1927-1928. Fuerte crisis económica, que obligó a muchos judíos a abandonar Palestina y a los árabes a buscar medios defensivos contra aquella invasión.
El nacimiento del comité árabe
Así nació el Alto Comité Arabe, que presidió el Mufti de Jerusalén, Hadj Amin el Husseini, jefe espiritual y político de los palestinos. Su acción comenzó a ser importante en 1929. Ese año promovió huelgas, motines, manifestaciones, desórdenes, ataques contra acuartelamientos británicos y contra colonias judías.
La reacción británica fue muy enérgica: capturó y desterró al Mufti y encarceló a cuantos halló culpables de intervención en las revueltas, pero no cortó el origen del conflicto. Así, en 1932 comenzó la denominada quinta aliyá, de capital importancia para el futuro de Palestina.
Antes de iniciarse esta subida a Sión había en Palestina 1.035.281 habitantes; 759.712 eran musulmanes, 174.006 judíos, 91.398 cristianos y 10.101 de diversos credos.
La quinta aliyá, que llevó a Israel 217.000 judíos en sólo siete años, fue impulsada por el acceso de Hitler al poder (30 de enero de 1933) y la inmediata persecución nazi contra los judíos alemanes, primero, y, luego, austríacos y checoslovacos. Estas nacionalidades constituyeron el grueso de esa emigración a Palestina y sus componentes fueron los más cultos y, en general, los más ricos de los embarcados en la aventura sionista.
La comunidad judía crece vertiginosamente
Un 20% de esos emigrantes había pasado por las Universidades alemanas, austríacas o checas. Entre ellos había unos 1.000 médicos, 500 ingenieros, más de un millar de licenciados en derecho, filosofía o literatura y más de 2.000 técnicos en química, física, mecánica o agronomía. Llegaron millares de especialistas industriales e incluso se reunieron los suficientes músicos para formar una gran orquesta sinfónica, auspiciada por el gran violinista Hubermann
La comunidad sionista en Palestina crecía vertiginosamente y sus organizaciones lo hacían a ritmo similar. La Histadrut era la organización sindical más importante del Mandato, y el Mapai, partido predominante entre los judíos, la organización política con mayor fuerza. En ella destacaban líderes que luego adquirirían notoriedad mundial, como Chaim Weizmann o Ben Gurión..
Este creciente poderío en número e influencia desató disturbios en Palestina a partir de 1935. Las conversaciones entre líderes judíos y notables árabes para limar asperezas no lograron progreso alguno. El sionismo no cedía en su propósito de convertir Palestina en el hogar nacional judío y los árabes no podían permanecer impasibles ante su continuo retroceso.
Tampoco Londres se desentendió del asunto y en 1936 envió una comisión. Encabezada por lord Peel, recomendó en su informe la división de Palestina en dos Estados, uno árabe y otro judío. La potencia mandataria acogió favorablemente el consejo, pero hubo de archivarlo ante las protestas árabes.
En 1939, Gran Bretaña convocó una conferencia entre árabes y judíos, que no halló solución al problema. Agobiado por la presión centroeuropea del nazismo, el Gobierno de Chamberlain terminó elaborando un Libro Blanco contrario a los intereses judíos y ligeramente favorable a las demandas árabes, pues trataba de limar asperezas con el mundo al que necesitaría en caso de confrontación con Hitler.
El 'Libro Blanco' regula la emigración judía
El 7 de mayo de 1937 apareció el Libro Blanco, que regulaba la emigración judía a Palestina hasta 1944 y la cancelaba después: Tras la entrada en Palestina de 75.000 judíos durante los próximos cinco años, la inmigración judía debe cesar, a menos que los árabes lo consientan. El Alto Comisario ha sido encargado de prohibir y de reglamentar las transferencias de tierras. Se formará en el plazo de diez años un Gobierno permanente y representativo y los judíos estarán en el país en estado de permanente minoría.
La Agencia Judía emitió un informe contrario que decía en uno de sus puntos: Es en la hora más sombría de la historia judía cuando el Gobierno británico propone privar a los judíos de su última esperanza y cerrar el camino de regreso a su tierra.
Evolución del sionismo
En estos primeros 40 años del siglo, el sionismo había conseguido mucho más seguramente de lo que su fundador, Teodoro Herzl, se atrevió a soñar. Había enviado a Palestina más de 400.000 emigrantes que se hallaban sólidamente establecidos y protegidos por leyes internacionales. El 'Libro Blanco' era una gravísima amenaza, pero la Segunda Guerra Mundial estaba en marcha y cualquier cosa sería posible en medio de sus convulsiones.
Pero dentro del sionismo también existían tensiones, corrientes enfrentadas e, incluso, escisiones. La primera ruptura con las doctrinas de Herzl fue temprana: en vez de dedicarse a la agricultura, como él había predicado, muchos pioneros prefirieron actividades más clásicas y rentables en el pueblo judío: el comercio y la banca. Ya en 1912, el filósofo Asher Ginzberg, patriarca del sionismo espiritual, escribía:
Debemos hacernos a la idea de que nuestra población rural en la tierra prometida, aun cuando crezca hasta el límite de sus posibilidades, será siempre una población de la clase superior, una minoría muy cultivada y evolucionada, cuya fuerza estará constituida por su inteligencia y su riqueza. No habrá una población de campesinos vigorosos. Con ello se altera la índole y la finalidad del sionismo, al extremo de que ya es imposible reconocerlo.
La fundación del Paole Sion —del que desciende el actual laborismo israelí— reencaminó a los inmigrantes al cultivo de la tierra, aunque las propias necesidades de la comunidad judía en Palestina se encargaron de demostrar que el sionismo sería inviable si se limitaba a ese aspecto. Hoy es evidente que no hubiera nacido el Estado de Israel de haberse compuesto con labradores la comunidad judía.
Unión mundial de revisionistas judíos
Una nueva crisis se produjo tras la Gran Guerra. En 1925, Vladimir Jabotinsky fundó la Unión Mundial de los Revisionistas judíos. Hasta entonces, pensadores y políticos sionistas estaban de acuerdo en que se lograría la plenitud con la fundación del Estado judío, del Estado sólo judío, y esto ocurriría cuando la situación lo permitiera.
Los revisionistas de Jabotinsky pensaban que la creación del Estado judío debía ser inmediata y ocupando ambas márgenes del Jordán, lo que equivalía, evidentemente, a la formación de un Estado judeo-árabe impuesto por la fuerza. Para ello proponían la educación militar y nacionalista de la juventud, la restauración de la Legión Judía y mayor actividad política exterior.
La polémica continuaba al estallar la Segunda Guerra Mundial. Las ideas revisionistas fueron pronto arrinconadas por los hechos. Era evidente para la mayoría de los sionistas que se evitarían persecuciones como la nazi si el Estado era sólo judío y contaba con garantías internacionales. Pero esa situación, muy clara en Palestina y aun en las perseguidas comunidades judías europeas, no era igual en Estados Unidos.
Ben Gurión en Estados Unidos
Allí llegó, en abril de 1942, David Ben Gurión, presidente del Comité Ejecutivo de la organización sionista. Las noticias que traía de Europa eran catastróficas. El espionaje judío conocía los planes hitlerianos formulados en la conferencia de Wansee respecto a la solución final: reclusión de todos los judíos en campos de concentración, separación de sexos, aniquilación por medio de trabajos forzados, exigua alimentación y adecuado tratamiento para quienes sobrevivieran a tales pruebas.
Ben Gurión conmovió a su auditorio con narraciones como la del desgraciado buque Struma, que logró llegar a la tierra prometida con 668 judíos. Allí fue controlado por las autoridades británicas, que impidieron el desembarque de los pasajeros y les devolvieron a su punto de partida. El viejo Struma naufragó en esa singladura y perecieron todos sus pasajeros.
El líder sionista había creado una gran expectación cuando reunió la Conferencia Sionista Extraordinaria el 11 de mayo en el hotel neoyorquino Biltmore. Allí, Ben Gurión consiguió que se apoyasen sus tesis: rechazo del Libro Blanco, derechos judíos a tomar parte en el esfuerzo bélico aliado y creación de una patria para los judíos una vez concluida la guerra.
El germen de las Fuerzas Armadas de Israel
Este programa nació con plomo en las alas. Muchos norteamericanos mostraban su reticencia respecto al tercer punto, suponiendo, con toda lógica, que la formación de un Estado sólo judío en Palestina chocaría con los intereses de la población árabe y con el panarabismo de los países circundantes y que sería causa de conflictividad futura. Por su parte, los ingleses no retiraron el 'Libro Blanco', aunque hicieron la vista gorda docenas de veces.
Lo que sí logró Ben Gurión fue mucho dinero para la causa sionista y que Washington presionara sobre Londres para formar una unidad militar judía, lo que no era mucha concesión con los alemanes aproximándose a las fronteras de Egipto.
Efectivamente, se formó una brigada compuesta por unos 6.000 judíos, que combatió contra los franceses de Vichy, en Siria, y contra los alemanes en Italia. Esta fuerza sería la base de la Haganah, ejército clandestino judío hasta 1948 y semilla de las Fuerzas Armadas de Israel.
La comunidad palestina durante la Segunda Guerra Mundial
La vida de la comunidad judía en Palestina durante la guerra estuvo atormentada por las noticias de los crímenes nazis y, hasta finales de 1942 por la amenaza militar alemana. Cuando Rommel llegó al Alamein en el verano de 1942, los judíos prepararon un plan de evacuación de ancianos y niños a Persia, mientras estudiaban la forma de combatir con todos los capaces de empuñar un arma.
Pasada esta amenaza, quedó la angustia por lo que pudiera estar ocurriendo a amigos, parientes o compatriotas en los campos nazis de exterminio o por los rumores y bulos sobre la llegada de buques cargados de inmigrantes clandestinos.
También hubo acciones terroristas, adiestramiento militar secreto, robos de armas, encuadramiento de grupos de acción. El 6 de noviembre de 1944 fue asesinado en El Cairo lord Moyne, ministro británico de Estado, que en 1941 había sugerido la posibilidad de crear en Europa el Estado judío, oferta descartada rotundamente por los líderes sionistas. Se acusó del asesinato a los pistoleros judíos.
La deuda británica con la comunidad sionista
La situación económica judía en Palestina era boyante. Gran Bretaña compró durante dos años casi toda la producción palestina para satisfacer las necesidades de su ejército destacado en el norte de Africa y continuó las adquisiciones agrícolas masivas hasta el final de la contienda, hasta el punto de que en 1945 adeudaba a la comunidad sionista cerca de 100 millones de libras esterlinas.
La evolución del censo judío en Palestina fue escaso entre 1939, año en que entró en vigor el 'Libro Blanco', y 1948, fecha de la creación del Estado de Israel. En esos nueve años llegaron a Palestina 153.000 inmigrantes judíos, cifra superior en 78.000 personas a las disposiciones británicas.
Las autoridades sionistas pretendieron tener un millón de judíos en Palestina para cuando terminase la guerra y apenas lograron contar 600.000. El día en que partieron las tropas británicas, 14 de mayo de 1948, los judíos en Palestina eran aproximadamente un tercio de la población del territorio.
El genocidio judío y la solidaridad de los aliados
Respecto a los judíos, la situación internacional era de conmiseración y apoyo conforme se iban conociendo los genocidios nazis. En los países americanos, en los Países Bajos, en Francia, en los países eslavos, se levantó un clamor en favor de los judíos.
En la propia Gran Bretaña, los laboristas de Attlee, recién llegados al poder, se mostraron partidarios de la causa judía en Palestina. Irritados por el pangermanismo, que, en general, inspiraba las simpatías árabes, llegaron a hacer declaraciones en favor de una expulsión de los árabes palestinos a los países limítrofes.
En agosto de 1945, Truman pidió a Attlee que admitiera 100.000 judíos en Palestina de forma inmediata, y en diciembre, el Congreso de Estados Unidos solicitó a Londres que abriera Palestina, sin restricción alguna, a los inmigrantes judíos... Un mes antes se había formado una comisión anglo-norteamericana para estudiar de nuevo el problema planteado en Palestina por el sionismo.
Rápidamente cambió la situación internacional y Londres mantuvo el 'Libro Blanco' en vigor. Independientemente de sus simpatías, persistían sus intereses económicos y estratégicos, muy vinculados a los países árabes.
La vida en Palestina tras la gran guerra
En el interior, la vida en Palestina se complicaba. El terrorismo judío, fundamentalmente el del Irgun y el de Stern, se había adueñado de la calle. Puestos de policía, acuartelamientos militares, clubes de oficiales, almacenes británicos, patrullas, todo cuanto prometiera un botín de armas, dinero o promoción política, eran los blancos elegidos.
La facción sionista ortodoxa, la que tejía complejas tramas internacionales para llegar al Estado de Israel por consenso mundial, estaba siendo rebasada por su derecha —Irgun— y por su izquierda —Stern— y, aunque a veces debió condenar el terrorismo de ambas organizaciones, otras muchas se unió a ellas por medio de su Haganah o compitió con ellas en su lucha clandestina contra la metrópoli.
Los árabes pasan a la acción
En 1946, la lucha se generalizó. Los árabes, que habían asistido impotentes y estupefactos al incremento de la violencia entre judíos y británicos y que padecían los estados de sitio impuestos por la potencia administradora, decidieron pasar a la acción activa.
En febrero se decretó en Palestina una huelga general. En mayo, jefes de Estado árabes reunidos en Egipto reafirmaron el carácter árabe de Palestina. En junio se reunía la Liga Arabe en Siria, alcanzando acuerdos contra los intereses norteamericano-británicos en sus tierras, caso de no ser atendidas sus reclamaciones sobre Palestina.
El ataque contra el Hotel Rey David
Ese año, el Irgun realizó el más importante atentado de su tremenda historia: la voladura del hotel King David, de Jerusalén, sede del Gobierno de Mandato británico y de su Estado Mayor militar. Fue el 22 de julio de 1946. En represalia a un asalto británico a la Agencia Judía, que funcionaba en una legalidad consentida, de la que se llevaron comprometedores documentos, la Haganah permitió que el Irgun llevase a cabo esa operación, planeada con anterioridad.
Los comandos del Irgun introdujeron en botes de leche 250 kilos de dinamita y los colocaron en los sótanos del ala sur del hotel, simulando un suministro al Café Regence, que se hallaba en los bajos de esa zona. Los botes estaban dotados de un mecanismo de relojería y de un sistema que impedía su desactivación.
A las 12,10 de la mañana, los comandos del Irgun advirtieron de la colocación de los explosivos a la telefonista del hotel King David, a la redacción del 'Palestina Post' y al consulado francés en Jerusalén, A las 12.37 se produjo la tremenda explosión, que desgarró aquel ala del edificio hasta el tejado. Seis pisos de hormigón se desplomaron como una tarta de merengue.
Más de 200 personas fueron afectadas gravemente por la explosión, y murieron 91 de ellas. Aún hoy es difícil de explicar por qué no fue evacuado el edificio.
Terrorismo judío
Las medidas policiales para frenar al Irgun fueron inútiles. Stern también contribuía a la oleada de terror. La Haganah, aun manteniendo una postura menos belicosa, no desperdiciaba un minuto para incrementar sus arsenales y mejorar su adiestramiento.
Millares de armas y cientos de miles de cartuchos eran robados. Cuando la policía británica capturaba a un terrorista no podía condenarle a muerte, porque los terroristas judíos capturaban oficiales ingleses y amenazaban con ahorcarles si les ocurría algo a sus compañeros.
Y así sucedió en varias ocasiones. Tras la ejecución de cuatro miembros del Irgun, esta organización asaltó la prisión de Acre, liberando a los prisioneros. Después de que ahorcaran a tres hombres suyos, el Irgun asesinó a dos suboficiales británicos, cuando ya en las Naciones Unidas se hablaba de la partición de Palestina.
Palestina en manos de las Naciones Unidas
Este era el panorama cuando, el 17 de febrero de 1947, Londres anunció que iba a entregar su Mandato sobre Palestina a las Naciones Unidas. El 28 de abril se abrió la sesión especial de la ONU sobre Palestina, asistiendo como invitados algunos miembros de la Agencia Judía.
El caballo de batalla de los debates que se sucedieron fue si el problema de Palestina estaba vinculado al problema judío o éste era independiente de aquél. Aquel mundo, anonadado aún por el genocidio nazi contra los judíos, no pudo separar ambos temas, de modo que formó un Comité Especial de las Naciones Unidas para Palestina (UNSCOP), que dedicó dos meses a estudiar el problema sobre el terreno.
El 31 de agosto, el UNSCOP presentó su informe y dos planes. El primero proponía: a) la creación de dos Estados, uno árabe y otro judío; b) la admisión en Palestina de 150.000 inmigrantes judíos; c) la abolición de la ley que impedía la compra de tierras en Palestina a los judíos.
El apoyo de los Estados Unidos y la URSS
El segundo plan, calificado de minoritario, sugería la formación de un Estado binacional, árabe-judío, con autonomía para cada sector. En ambos casos, se pedía el final del Mandato británico. En el primero, Jerusalén tendría un estatuto internacional y, en el segundo, sería la capital del Estado árabe-judío. Los árabes rechazaron el informe y ambos planes y amenazaron con la guerra si se llevaba a cabo la partición. Los sionistas se inclinaron por el primer proyecto.
Londres se manifestó contra las sugerencias del UNSCOP. Washington apoyó las aspiraciones judías: por entonces el presidente Truman necesitaba los votos judíos para ganar las elecciones de 1948.
Moscú apoyó decididamente las aspiraciones sionistas. Su delegado en la ONU, Andrei Gromiko, invocó en la sesión del 26 de noviembre la histórica ligazón entre el pueblo judío y Palestina; los derechos sagrados de un pueblo a la supervivencia, tras veinte siglos de persecuciones y tras el holocausto provocado por los nazis.
La partición de Palestina
Tras cuatro días de tormentosas sesiones, el 29 de noviembre se acordó la partición de Palestina. Treinta y tres miembros, entre ellos Estados Unidos y URSS, votaron a favor; 13, en contra (Egipto, Siria, Líbano, Iraq, Arabia Saudita, Yemen, Afganistán, Pakistán, Irán, Turquía, India, Grecia y Cuba); 10 se abstuvieron, entre ellos Gran Bretaña.
Esa partición otorgaba a los árabes la Franja de Gaza y una pequeña zona del Neguev, limítrofe con el Sinaí; parte de Galilea, con más de la mitad del curso del Jordán, y una porción de terreno junto a las fronteras del Líbano.
Israel recibía una amplia franja mediterránea, con los importantes puertos de Jaifa y Jaffa; la mayor parte del Neguev, con salida al mar Rojo y la franja oeste del Jordán, al norte del territorio. Jerusalén quedaba bajo control internacional.
En total, la partición entregaba a los judíos el 56% del territorio, 14.500 kilómetros cuadrados, incluyendo en ellos el desierto del Neguev. A los árabes se les adjudicaba el 44% de Palestina, 11.383 kilómetros cuadrados.
Los países árabes en contra de la resolución: 'echaremos a los judíos al mar'
Totalmente contrarios a dicha partición, los pueblos árabes hicieron notar tanto antes como después de la votación que jamás aceptarían aquel juicio salomónico. Por los pasillos de las Naciones Unidas comenzó a pronunciarse en árabe una frase que ya ha perdido vigencia, aunque aún la formulan los dirigentes árabes más extremistas: echaremos a los judíos al mar.
La reacción judía fue, por el contrario, de enorme júbilo. Ciertamente las tierras que la ONU les entregaba no parecían demasiado abundantes para congregar en ellas al pueblo judío, pero sí suficientes para los que entonces se encontraban en la tierra prometida y para acoger al medio millón de judíos que aún estaban desplazados como consecuencia de la Segunda Guerra Mundial.
Israel se prepara para la guerra
Por el contrario, los líderes sionistas no podían ocultar su preocupación por el inmediato futuro: Gran Bretaña anunció que el 15 de mayo de 1948 terminaría su Mandato y los árabes habían comenzado ostensibles preparativos bélicos para cuando partieran los ingleses.
La guerra, pues,- parecía inminente y la Haganah inició una preparación intensiva para hacer frente al previsible ataque árabe. En esa época comenzaron a fabricarse en Palestina —naturalmente, en la clandestinidad— algunos cañones de modelo anticuado, morteros, ametralladoras pesadas y armas individuales.
Por otra parte, los líderes del sionismo pidieron inútilmente armas a Estados Unidos y a la URSS, aunque finalmente Moscú sugirió al Gobierno checoslovaco que vendiera algunas a los judíos. Francia también aceptó vender excedentes de la Segunda Guerra Mundial.
Antes de iniciarse el conflicto ya habían entrado clandestinamente varias docenas de cañones ligeros, ametralladoras y un millar de fusiles. Puede decirse que a comienzos de mayo de 1948 los judíos disponían de un armamento suficiente como para equipar de forma bastante completa a unos 45.000 hombres.
Palestina ante la inminente guerra
Entretanto, Palestina vivía la guerra. Los encuentros armados y los asaltos a aldeas o establecimientos eran diarios. Los ingleses apenas podían controlar la situación, auténticamente apabullados por la violencia de ambos bandos, sobre todo por parte de los judíos, que aprovecharon aquellos meses para aterrorizar a la población palestina y crear problemas a los ingleses.
En ese contexto aparece el primer grupo de guerrilleros palestinos, mandado por el cabecilla Fawzi-el-Kaukji, sostenido por la Liga Arabe. A las tropelías de este grupo respondieron con mayor brutalidad los terroristas judíos de Irgun y Stern.
En esta competición de la violencia resultó especialmente trágica la primera quincena de abril de 1948: los palestinos incendiaron y bombardearon durante la noche un kibbutz judío, originando media docena de muertos y una veintena de heridos, además de graves daños materiales.
El Irgun respondió con el acto más bárbaro que se recuerda en Palestina: el 9 de abril cercó e incendió la aldea palestina de Deir Yessin, asesinando a los que huían de las llamas; el pueblo tenía unos 300 habitantes y, según la Cruz Roja Internacional, 254 murieron en aquella carnicería.
La réplica árabe no se hizo esperar: un convoy sanitario judío que marchaba hacia Jerusalén fue asaltado por los guerrilleros, que asesinaron a 76 personas, entre médicos, enfermeras y camilleros.
Entre los meses de enero y mayo, las dos comunidades enfrentadas comenzaron a tomar posiciones de cara a la partición de Palestina, al cese del Mandato británico y a la eventual guerra. Toda la estrategia judía estuvo encaminada al sostenimiento de las tierras que la partición de la ONU les concedería y a mantener Jerusalén, ciudad cuya internacionalización ni judíos ni árabes deseaban.
Entretanto, los países árabes hacían llamamientos a los palestinos para que evacuasen los territorios ocupados por los judíos y evitaran encontrarse entre dos fuegos en las próximas hostilidades.
El éxodo palestino
El éxodo palestino continuó hasta la creación del Estado de Israel, dejando desiertas muchas aldeas. La mayoría de los beduinos del norte plantaron sus tiendas en la región concedida a los árabes o en el desierto del Neguev, suponiendo que la guerra no llegaría a esta desolada zona.
Los judíos veían con alegría la partida de los palestinos; les evitaba temores de una quinta columna y limpiaba su territorio para el momento de la independencia. A eso había sido dirigido, en parte, su terrorismo, pese a que a última hora quisiesen cubrirse las espaldas ante la opinión pública internacional y lanzasen llamamientos a la población palestina para que permaneciesen en sus hogares, garantizándoseles su seguridad.
El control de Jerusalén
En este período previo a la creación del Estado de Israel, la lucha se centró fundamentalmente en el control de Jerusalén. La ciudad estaba rodeada de zonas pobladas por los árabes y dentro del territorio concedido por las Naciones Unidas a los árabes. Dentro de la ciudad, la población era prácticamente similar en ambas comunidades, hallándose los barrios judíos entremezclados con los árabes.
La primera medida tomada por los palestinos fue incomunicar a los judíos de la ciudad con sus zonas, cosa que resultó relativamente fácil. De cualquier forma, se logró mantener un pasillo abierto para el abastecimiento de los judíos a costa de un gran esfuerzo. Ese corredor, Tel Aviv-Ramle-Latrun-Jerusalén, sería el eje de la inmediata guerra.
El fin del mandato británico
El último mes de la presencia británica en Palestina fue caótico. Arabes y judíos se enfrentaban en guerra abierta, mientras los ingleses preparaban su partida sin adoptar una política bien definida respecto a la resolución de la ONU, lo que terminaría acarreándoles el reproche de todas las partes en conflicto.
La Comisión de las Naciones Unidas presentó un informe el 10 de abril que decía: "... La Comisión no pudo modificar esta actitud que había adoptado el Reino Unido. Tuvo que avenirse a ella y, con el fin de que la vida continuase sin mayores perturbaciones en Palestina después del 15 de mayo, hubo de negociar para adaptar sus planes a los del Gobierno del Reino Unido, que pensaba abandonar todas sus responsabilidades, negándose al mismo tiempo a prestar a la autoridad que le suceda todo tipo de ayuda que, en su opinión, equivalga a favorecer el cumplimiento de la resolución de la Asamblea... "
Los judíos también se sintieron perjudicados. Ben Gurión escribe: "... La Administración de Palestina se estaba desintegrando, pero aún trataba, directa o indirectamente, de impedir o al menos poner trabas para que la comunidad judía se defendiera. Oponiéndose a la decisión de la ONU, la administración se negó a abandonar el puerto de Tel Aviv el 7 de febrero; aunque su policía y su Ejército evacuaron la región de Tel Aviv, los barcos de guerra ingleses siguieron navegando frente a sus costas."
Tampoco los árabes se callaron sus quejas, pues aunque casi nunca se impidió a los comandos de liberación árabes la ocupación de fuertes que las tropas inglesas iban evacuando, a veces las tropas británicas se divirtieron situando a igual distancia a árabes y judíos y viendo cómo ambos bandos se precipitaban hacia las fortificaciones y combatían por su ocupación.
La independencia de Israel
Así estaban las cosas cuando el 14 de mayo de 1948, víspera de la conclusión del Mandato británico, se reunieron en Tel Aviv los 13 miembros de la administración nacional sionista para redactar la Declaración de Independencia.
El punto más debatido fue el de las fronteras. Según unos, en la Declaración se debían precisar los límites del nuevo Estado, tal como habían sido especificados en la declaración de las Naciones Unidas; según los restantes, que terminarían imponiéndose, esa precisión estaba fuera de lugar.
La intención sionista era proclamar la independencia de Israel en Jerusalén, mostrando claramente que no renunciaba a la vieja capital judía. Sin embargo, la ciudad estaba cercada y el tránsito por el corredor mantenido por la Haganah era lento y peligroso. Por tanto, se decidió realizar el acto en el museo de Tel Aviv.
A las cuatro de la tarde del mismo día se reunieron los miembros del Consejo Nacional Judío, los representantes de la Organización Sionista Mundial, dirigentes de los partidos, rabinos, jefes de las organizaciones económicas y militares, artistas, literatos y periodistas, 200 personas en total.
David Ben Gurión leyó la Declaración de Independencia y después el primer manifiesto del Consejo, que, por virtud de la Declaración, se convertía en el Consejo Provisional del Estado.
Vencer o morir: el ataque árabe
A la 1 de la madrugada del día 15 de mayo abandonaba Palestina el alto comisario británico, sir Alan Cunninghan, y no había amanecido todavía cuando comenzó el ataque de las fuerzas regulares árabes a lo largo de todas las fronteras del nuevo Estado, y cuando una escuadrilla de aviones egipcios lanzó las primeras bombas sobre Tel Aviv.
Por el norte iniciaron su ataque las tropas de Líbano, Siria y un cuerpo expedicionario de Iraq. Egipto lo hizo por el sur; Arabia Saudita, por el sureste, y la Legión Arabe del reino Hachemita de Jordania, mandada por el británico Glub Bajá, por el este.
Teóricamente, la resistencia de Israel hubiera debido ser nula ante un ataque serio y bien combinado. Pero las tropas árabes actuaron sin coordinación alguna, sin organización y buscando cada cual sus intereses. Esto explica que los judíos se mantuvieran a la defensiva en todos los frentes, disponiendo siempre de tropas de reserva para taponar las brechas y de fuerzas móviles que golpearon a los árabes en sus zonas más débiles, haciéndoles retroceder a los lugares de partida o más allá de las zonas concedidas por la ONU a Israel.
Israel rechaza a las fuerzas árabes
Los árabes pagaban su improvisación, su alegría de iniciar aquella campaña como un paseo militar, menospreciando a las organizaciones armadas judías, cuya capacidad de lucha había quedado bien sentada en los meses precedentes.
Las fuerzas árabes disponían de aviones, tanques, artillería y armas más pesadas y abundantes que sus enemigos; pero si numéricamente eran muchos más, ni su técnica ni su coraje estuvieron a la altura de sus declaraciones preliminares.
Arabia Saudita apenas llegó a tomar parte en la guerra; sus tropas penetraron en el desierto del Neguev y fueron rechazadas. En Ryad pensaron que tenían suficiente desierto en su país como para combatir por otro.
Líbano fue primero rechazado en el norte y, en una segunda fase, los judíos ganaron el territorio palestino de esa frontera. Sirios e iraquíes fueron frenados en el Golán y el Jordán, estableciéndose una guerra de posiciones en la que los judíos lograron ganancias territoriales y, sobre todo, una rectificación importante en los límites marcados por la ONU.
Egipto y Siria llevan el peso de la guerra
Así, muy pronto, fueron egipcios y jordanos quienes soportaron el peso de la guerra. La Legión Arabe, adiestrada y mandada por ingleses, llevó la mejor parte en los enfrentamientos con los judíos, logrando hacerse con el control de toda la ciudad vieja de Jerusalén, y rechazando los ataques judíos contra las zonas que la ONU había adjudicado a los palestinos. Sin embargo, los judíos lograron ensanchar a costa de encarnizados combates el corredor que unía Tel Aviv con la ciudad nueva de Jerusalén.
Los egipcios comenzaron, arrolladoramente, acercándose a Tel Aviv y Jerusalén, pero pronto quedaron frenados en una guerra de posiciones.
Así llegó el alto el fuego, logrado por la ONU el 11 de junio, tras cuatro semanas de guerra. Allí no había vencedores ni vencidos; sin embargo, los judíos se consideraban moralmente ganadores, pues no fueron arrojados al mar, como habían predicho los árabes; más aun, habían logrado ensanchar su territorio.
Los árabes tomaron la tregua como un alto en la lucha, como un respiro para reorganizarse. Pero en esta ocasión el tiempo trabajaba a favor de los judíos, que en las cuatro semanas de tregua recibieron varios millares de voluntarios judíos de todo el mundo, así como 100.000 fusiles checos, un millar de ametralladoras de varios calibres, dos docenas de tanques y una de aviones.
En su mayoría era material de la Segunda Guerra Mundial, adquirido a los traficantes de armas; pero permitió a Israel organizar un aguerrido ejército de unos 50.000 hombres.
Combatientes judíos en la guerra de 1948
El 9 de julio se reanudaron las hostilidades, con resultados muy favorables a Israel. Los débiles ataques libaneses, sirios o iraquíes fueron contenidos en las líneas de la primera tregua, recayendo ahora el empuje israelí sobre la Legión Arabe, que hubo de ceder en algunos puntos de la delimitación de la ONU, ensanchando los judíos el estrecho corredor costero que les había sido adjudicado y ganando algunos territorios en torno al largo de Tiberiades.
Fueron diez días de lucha feroz, los más duros de toda la guerra, porque los enfrentamientos corrieron a cargo de los mejores ejércitos que había entonces en Oriente Medio, la Legión Arabe y la Haganah, que ya se había convertido en Tzahal, o Ejército regular de Israel. El día 19 la ONU logró una nueva tregua.
Quizá hubiera sido el momento de negociar la paz entre árabes y judíos, pero Tel Aviv no quiso saber nada del asunto. Los egipcios controlaban las comunicaciones del Neguev, donde resistían algunas aldeas judías cercadas desde hacía más de un mes.
El ejercito israelí a las puertas de El Cairo
El 14 de octubre, Israel reanudó las hostilidades, esta vez dirigidas esencialmente contra Egipto. La suerte de la guerra estaba echada, porque los judíos disponían de dos docenas de aviones, medio centenar de tanques, unos 200 cañones y un ejército regular de 60.000 hombres. Frente a ellos, Egipto apenas disponía de, 25.000 soldados y sus aprovisionamientos debían atravesar el Sinaí, mientras los judíos luchaban en su propio país.
El Ejército egipcio comenzó a retirarse a sus bases del Sinaí, dejando en el Neguev, aislado, la posición de Faluja, mandada por el coronel Taha, a cuyas órdenes estaba el comandante Gamal Abdel Nasser.
Aprovechando su ventaja, Israel continuó la guerra y penetró en el Sinaí, dispuesto a rechazar a los egipcios hasta su base de El Arish y a adueñarse de Gaza.
Lo habrían logrado de no ser por la intervención de Estados Unidos, cuyo embajador en Tel Aviv, James Mac Donald, transmitió a Ben Gurión el ruego del presidente Truman de que evacuase inmediatamente el Sinaí. Simultáneamente, Egipto pidió el armisticio.
Israel amplía su territorio
El balance de la guerra era penoso para todos los bandos. Israel había logrado la victoria militar, ampliando en casi 3.000 kilómetros cuadrados el territorio que la ONU le había concedido; mas no pudo conquistar la ciudad vieja de Jerusalén, su gran sueño, y tenía que lamentar 5.000 muertos y no menos de 15.000 heridos.
Los árabes tenían un número doble de bajas y pérdidas territoriales —tierras de los palestinos, naturalmente—; pero lo más humillante era la derrota frente a aquel minúsculo Estado. Entre los árabes, sólo Jordania resultó beneficiada, porque tomó bajo su administración la parte más grande que la ONU había otorgado a los árabes de Palestina y logró conservar la ciudad vieja de Jerusalén.
En los primeros días de 1949 se iniciaron en la isla de Rodas las negociaciones del armisticio, bajo la mediación del doctor Ralph Bunche. Los Estados árabes fueron firmando con Israel en breves intervalos. Egipto fue el primero, el 24 de febrero; el segundo, Líbano, el 23 de marzo; le siguió Jordania, el 3 de abril, y el 29 de julio firmaba Siria. Iraq se negó a hacerlo y Arabia Saudita había participado tan poco en la contienda que no se tomó la molestia de declarar ni de firmar la paz.
En los armisticios firmados, ambas partes se comprometían a mantener la paz, a no preparar agresiones contra las fuerzas armadas o la población civil de la otra parte firmante del acuerdo, a no violar las líneas fronterizas marcadas por el armisticio y a someter al secretario general de la ONU cualquier modificación de lo pactado en Rodas.
Las simpatías internacionales estuvieron en aquel conflicto junto al nuevo país. Gran Bretaña, sin embargo, apoyó inicialmente a los árabes, suministrándoles armas y negándose a venderlas a Israel. Los Estados Unidos lograron, ya mediada la guerra, que se embargasen todos los envíos de material bélico al Próximo Oriente.
Washington permaneció neutral. Sólo intervino para impedir una completa derrota egipcia y la anexión de la Franja de Gaza por Israel. Sin embargo, la rica comunidad judía norteamericana proporcionó a Tel Aviv más de 50 millones de dólares, que sirvieron para comprar material bélico en los mercados internacionales.
La Unión Soviética también se mantuvo neutral, pero permitió y aun gestionó que los países comunistas vendieran material bélico a Israel. En la segunda fase de la guerra, las armas checas fueron fundamentales para la ventaja judía.
Sin duda alguna el nacimiento de Israel al igual que su historia está llena de sangre por poseer un territorio que ambas comunidades consideran como suyo. Un conflicto que dura todavía hoy, en pleno siglo XXI.
A ver cuando una segunda parte o tercera a las siguientes guerras.
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