sábado, 27 de julio de 2013

La guerra de Sidi Ifni: el último conflicto

Hace más de 50 años, España se vio envuelta en un conflicto por la defensa de los últimos pedazos de su Imperio colonial. 

La Guerra de Ifni-Sahara, corta, sangrienta y desconocida, tan sólo sirvió para mostrar la pobreza de nuestras Fuerzas Armadas y el valor de nuestros soldados.

A finales de la década de los cincuenta las colonias españolas en el África Occidental no servían más que para satisfacer los sueños imperiales del Régimen. Ifni era un pedregal, apenas habitado por una tribu, los Ait Baamarán, más deseosos de incorporarse al nuevo Marruecos independiente que seguir bajo la tutela española.

Ocupación española intermitente desde el siglo XV

Su ocupación había sido efectuada por la expedición del coronel Fernando Capaz en 1934, aunque la presencia española se remontaba a los Reyes Católicos, cuando Diego García de Herrera Fundó Santa Cruz de Mar Pequeña. Allí se desarrolló un activo tráfico de esclavos pero, a raíz del tratado de Sintra con Portugal (1509) entró en un lento declive que culminó con su destrucción por los indígenas en 1524. 

Durante la Segunda República, España regresó al territorio, aun cuando el emplazamiento de la nueva colonia de Ifni no coincidiera con el de la desaparecida Santa Cruz de Mar Pequeña. La población española estaba concentrada en la capital, Sidi Ifni, y en una serie de puestos militares diseminados por el territorio y sumamente vulnerables. 

Por su parte, el Sahara era un inmenso arenal que disponía de un rico banco pesquero poco trabajado todavía y de yacimientos de fosfatos en Bu Craa, aún poco conocidos y sin explotar. Sus habitantes, tribus nómadas dedicadas al pastoreo, ignoraban a los españoles en tanto su presencia no afectara a sus actividades tradicionales.

Intereses comerciales 

La popular Carmen Sevilla se desplazó hasta Ifni para amenizar las navidades 
de los soldados españoles.
El interés español por el Sahara estaba vinculado a las actividades pesqueras de canarios y andaluces y al deseo de proteger sus intereses comerciales frente a las apetencias de otras potencias. El Tratado de Tetuán (1860) concedía a España el derecho a establecer una factoría comercial en el litoral saharaui, pero hasta octubre de 1884, con la expedición de Emilio Bonelli, no se tomó posesión del territorio, declarando bajo protectorado español toda la región que se extendía entre el Cabo Bojador (norte) hasta el Cabo Blanco (sur). 

Las guarniciones españolas en el Sahara

La ocupación efectiva llegó dos décadas después (1904) con la expedición militar del capitán Francisco Bens, que estableció tres guarniciones en la costa (La Güera, Villa Cisneros y Villa Bens), a partir de las cuales penetró la influencia española en el interior.


Hace medio siglo, los núcleos de población españoles se concentraban en esas ciudades y en la capital, El Aaiún (fundada en 1934), mientras que en Smara la ciudad santa de los saharauis y en otros pequeños puestos dispersos por el desierto, se desplegaban reducidas guarniciones de tropas indígenas mandadas por españoles.

El pésimo estado de las Fuerzas armadas españolas

En vísperas del conflicto, las Fuerzas Armadas españolas, carecían de equipamiento moderno. Faltaba de todo, desde botas para la infantería hasta vehículos de transporte militar y no digamos aviones. Los acuerdos suscritos con los Estados Unidos en septiembre de 1953 impedían la utilización del material norteamericano en las colonias, por lo que las tropas destinadas en Ifni y Sahara eran de las peor equipadas de todo el Ejército.

La infantería era la cenicienta de esas unidades. En sus arsenales se podía encontrar un muestrario de armas obsoletas utilizadas en la Guerra Civil y procedentes de medio mundo. Las granadas de mano, en gran parte, eran de recuperación y habían sido reparadas, por lo que sus fallos eran elevados.

Material obsoleto de la Guerra Civil

Estas carencias se extendían a los cañones y morteros. El material de transmisiones era aún más anticuado: sólo a nivel de batallón se disponía de unas pesadas radios que funcionaban con una dinamo a pedales. Se carecía de vehículos todo terreno y el mulo era todavía el medio de transporte básico. 

Los servicios de Intendencia dejaban mucho que desear: las raciones de campaña se reducían a latas de carne, sardinas, fabada, tabletas de chocolate y al chusco de pan. La sanidad era lamentable: se carecía de hospitales avanzados, de material sanitario moderno y escaseaban las ambulancias.

La Aviación contaba con aparatos que habían protagonizado brillantes servicios veinte años atrás pero, en esta época, totalmente desfasados. Sufrían constantes averías y accidentes, se carecía de repuestos y tanto el personal de vuelo como el de tierra debían realizar milagros para mantenerlos operativos. Escaseaban las bombas y se recurrió a lanzar cajas de granadas o bidones de gasolina, dotados de temporizadores o espoletas para que estallaran al llegar a tierra.

La Armada, igual, pero como la guerra se desarrolló en tierra, cumplió con su cometido: vigilar el litoral, transportar y desembarcar refuerzos y suministros así como disuadir a Marruecos de que interviniera más directamente, lo que se consiguió mediante la demostración de los cruceros Canarias y Méndez Núñez, y de los destructores José Luis Diez, Escaño, Gravina y Almirante Miranda que, el 7 de diciembre de 1957, pasearon sus todavía temibles cañones frente a la ciudad marroquí de Agadir.
1956: Francia concede la independencia a Marruecos

En marzo de 1956 Francia, cansada de sostener una guerra interminable y necesitada de concentrar todas sus fuerzas en Argelia, concedió la independencia a Marruecos, colocando en el trono al monarca Mohammed V. 

Esta acción unilateral convirtió en insostenible la posición española en el territorio y de nada le valió al Régimen su ambigua actitud durante el conflicto entre franceses y nacionalistas marroquíes, cuando nuestro Protectorado fue refugio privilegiado para los rebeldes, mientras el Alto Comisario, general García Valiño, hacía la vista gorda. El 7 de abril de 1956, se firmó la definitiva declaración de independencia de Marruecos, y España abandonaba el territorio.

Comienzan los incidentes
El pésimo y obsoleto estado de las fuerzas armadas
antes del conflicto era patente.

Durante las escaramuzas entre franceses y marroquíes, Ifni había jugado un papel importante para los independentistas del Istiqlal que, con el apoyo de los nativos ait baamarán, lo habían convertido en base de sus incursiones en la colonia francesa. 

Por eso, proclamada la independencia, los baamaranis no podían entender que su territorio hubiera quedado excluido de los acuerdos y, de inmediato, iniciaron acciones hostiles contra España. 

En fecha tan temprana como el 2 de enero de 1956, un grupo de nativos había ocupado la mezquita de Sidi Ifni y ondeado una bandera marroquí en señal de alegría por la llegada del nuevo sultán a Marruecos. 

Al día siguiente de la independencia, en pleno delirio festivo, se intentaron borrar los límites fronterizos, se asistió a un cierre total de los comercios musulmanes y se sabotearon las líneas telefónicas. El 13 de abril varias manifestaciones celebraron en Sidi Ifni la independencia de Marruecos, causando graves altercados, severamente reprimidos por la policía.

Se inician las hostilidades 

Y también comenzaron los incidentes de tipo militar: el día 21 de abril desertó a Marruecos un soldado nativo del Grupo de Policía, con sede en Ug Gug, tras asesinar al cabo Ángel Sánchez Jiménez y, el 28 de junio, fue atacado el puesto de Fum Tintan, pereciendo un cabo y un policía indígena.

En esas fechas apareció por Sidi Ifni un ex suboficial desertor del ejército francés y jefe del Ejército de Liberación Nacional (ELN), Ben Hammú, confesando su propósito de atravesar el territorio bajo control español para atacar los puestos franceses en Mauritania, pero lo que buscaba realmente era organizara los nativos para alzarse en armas.

Llegan los paracaidistas: el novedoso cuerpo del ejército español 

El Gobierno español sospechó la realidad y reforzó la guarnición, que no llegaba al millar de hombres, con la I Bandera Paracaidista. Aquello no disuadió a los rebeldes y los incidentes aumentaron en número y gravedad. 

El 9 de abril de 1957, una bomba destinada a una sección de paracaidistas estalló antes de tiempo, matando a un niño e hiriendo de gravedad a su madre, mientras que el 14 era saboteado un tramo de la pista Tingu - Fuente de las Palomas. En junio, los paracaidistas realizaron varias operaciones de castigo y tuvieron que reparar pistas cortadas.
El 16 de junio se produjo un incidente de mayor gravedad: una sección de paracaidistas fue atacada con fuego de mortero y ametralladora. La intervención del resto de la unidad puso en fuga al enemigo, descubriéndose los cadáveres de cuatro nativos y diverso armamento. Entre los españoles se produjo un herido.

A mediados de agosto la guarnición de Tiradores de Id Aixa desertó con armas y bagajes, uniéndose a los rebeldes. A todos estos incidentes armados se añadían los atentados: en mayo fueron asesinados un alférez, un sargento y un policía, y en junio era abatido el capitán de Tiradores Mohammed Ben Lahsen, figura destacada de la colaboración con España. Y, además, fueron talados postes del tendido telefónico y robados muchos metros de cable.

La independencia de Marruecos:  poca incidencia en el Sahara 

Mientras tanto, en el Sahara la independencia de Marruecos no parecía tener incidencia, pues era escasa la relación de los saharauis con sus vecinos del norte. Fue la torpeza política española la que enturbió las relaciones con los nativos, arrojándolos en brazos de los agitadores marroquíes. 

Una ya lejana medida impositiva gravaba varios productos básicos (harina, azúcar, té, café, carburantes) y establecía impuestos directos sobre el ganado, el bien más preciado de aquellos nómadas (2,50 pesetas, por camello, 0,40 por oveja, 0,30 por cabra). 

La torpeza de los políticos españoles

Hasta 1956 no se había hecho efectiva esa disposición, pero ese año, más como una medida de soberanía que recaudatoria, se llevó a la práctica y los saharauis iniciaron una resistencia pasiva mediante la ocultación del ganado y el traslado de las jaimas.

Las tropas nativas enviadas a requisar el ganado se negaron a hacerlo y tuvieron que ser disueltas. Cuando Madrid renunció al impuesto, el mal ya estaba hecho. A partir de 1956, numerosas bandas del Ejército de Liberación Marroquí campaban libremente por el territorio del Sahara, pues España
carecía de efectivos para enfrentarse a ellas -2.050 soldados para controlar un territorio de 300.000 km cuadrados-y como, presuntamente, su intención era atacar a los franceses en Mauritania, se hizo la vista gorda.

Al final, esas bandas apuntaron directamente sus armas contra los españoles, contando con la ayuda de los baamaranis de Ifni, deseosos de incorporarse a Marruecos y de los saharauis, indignados con los impuestos. El primer incidente grave fue el asalto del coche correo de El Aaiún a Daora, resultando infructuosa la persecución de los autores.

Comienza la guerra 

La guerra en Ifni comenzó las 5,40 horas de la madrugada del día 23 de noviembre, con el asalto al polvorín principal de la capital, que fue fácilmente rechazado por los paracaidistas, a costa de un muerto y dos heridos. Alrededor de las 7 de la mañana, unos doscientos rebeldes volvieron a intentar otro asalto, siendo rechazados y dejando sobre el terreno cinco muertos y once prisioneros.

Las acciones en campo abierto fueron más negativas para los españoles. El ataque sorprendió a una decena de puestos aislados con débiles guarniciones -en gran parte nativas-, dotadas de armamento poco fiable. 

Reacción inmediata

La mitad, con resistencia o sin ella, sucumbió; el resto resistió, pero necesitaba refuerzos urgentes. La reacción española fue inmediata y, en algunos casos, precipitada. 

Así, una columna al mando del teniente Ortiz de Zárate salió en dirección a la asediada Tzelata y cayó en una emboscada, teniendo que atrincherarse en una altura próxima. Murió el teniente y un soldado, y varios paracaidistas fueron heridos.

Tiliuín estaba en situación desesperada. El general Zamalloa ordenó que los paracaidistas acudieran en su ayuda. El 29 de noviembre de 1957, los españoles efectuaron su primer salto de guerra, descendiendo cerca del puesto y reforzando tanto su guarnición como su moral.

Ataques y secuestros constantes

El día 30, en el Aaiún.  un contingente rebelde atacó un convoy protegido por legionarios que, a costa de dos bajas, lo puso en fuga, causándoles al menos diez muertos. Paralelamente, el personal civil y militar del faro de Cabo Bojador, dos soldados de transmisiones, tres técnicos del faro y dos mujeres, fueron secuestrados y enviados a Marruecos. Dos años permanecieron cautivos.

Entre los días 27 y 30, desembarcaron en Ifni diversas unidades, formándose una pequeña fuerza. El 1 de diciembre comenzó la Operación Netol que, pese a la fuerte resistencia encontrada, permitió liberar las guarniciones de Mesti, Tiliuín y Tzelata, así como a los supervivientes de la sección de Ortiz de Zárate. A continuación, la Operación Gento puso en fuga a los sitiadores del resto de las guarniciones.

Los días 21, 22 y 23 de diciembre, El Aaiún sufrió varios ataques que provocaron cinco bajas a los legionarios, que contraatacaron hacia Smara, causando 20 muertos al enemigo y capturándole víveres y pertrechos.

El 11 de enero, la capital del Sahara fue nuevamente atacada, lo que indujo al mando español a tomar la iniciativa. Una columna motorizada se dirigió hacia el interior. A la altura de Edchera, apenas a 22 km de El Aaiún, fue atacada desde el cauce seco de la Saguia el Elamra: una compañía bajó de los vehículos para dispersar a los atacantes, pero éstos intentaron cercarles. Ante el peligro, se envió otra compañía en su ayuda.

Los hábiles tiradores enemigos causaron una carnicería entre los legionarios que, al final del día, contabilizaron 97 bajas (42 muertos y 55 heridos). Según el Ejército, el enemigo tuvo más de un centenar de muertos, perdiendo varios vehículos, camellos y armamento. Se concedieron sendas laureadas al brigada Francisco Fadrique y al soldado Juan Maderal, ambos de la Legión y a título postumo.

Las víctimas

El coste de esos combates se elevó a 34 muertos, 41 heridos y seis desaparecidos. A estas bajas había que añadir la pérdida de casi todo el territorio: la presencia española quedó reducida a la capital y a su perímetro defensivo. Cierto que, con la llegada de artillería, morteros y ametralladoras, la zona se convirtió en inexpugnable para los medios de los independentistas. En adelante, las operaciones en el Sahara gozarían de prioridad absoluta y las de Ifni sólo serían defensivas: mejorar posiciones y arrebatar al enemigo observatorios y bases.

Después, desde Ifni se trató de apoyar a las tropas enviadas al Sahara, evitando el paso de rebeldes hacia el sur. Entre febrero y abril de 1958, se realizaron operaciones de limpieza, combinando la actuación de unidades de infantería legionaria y los saltos de los paracaidistas, el arma que se estrenaba en aquel conflicto con notable éxito pese a sus precarios medios, pues las bandas armadas solían dispersarse sin ofrecer resistencia al advertir a los paracaidistas a su espalda.

La ayuda de Francia

Madrid comprendió que necesitaba la colaboración francesa para acabar con la guerra. París, aunque viera con reticencias la cooperación con el régimen de Franco, deseaba despejar rápidamente aquella amenaza para sus explotaciones mineras mauritanas. El 14 de enero de 1958, se reunieron en el Hotel Santa Catalina de Las Palmas representantes de España y Francia, concertando un plan de actuación que recibió el nombre de Teide-Ecouvillon.

Avance francés desde Tinduf

Estaría dividida en dos fases. En la primera (Teide), las tropas españolas divididas en dos agrupaciones convergirían sobre la Saguia el Hamra, mientras que los franceses (Ecouvillon) avanzarían desde Tinduf y Fort Trinquet hacia Smara. En la siguiente fase, los españoles se dirigirían hacia el sur desde Villa Cisneros y El Aaiún para dispersar a los independentistas situados en Bir Nazarán y Tennuaca, y los franceses intervendrían desde Guelta, Port Etienne, Zug y Fort Gouraud.

Una guerra convergente

De la Península llegaron las tropas y los abastecimientos requeridos. A comienzos de febrero, las fuerzas españolas reunidas en el Sahara superaban los diez mil hombres. El 10 de febrero, la Agrupación Mulero (unos tres mil hombres de infantería mecanizada, caballería y morteros) salió de El Aaiún hacia Edchera, hallando escasa resistencia. En los días siguientes, las tropas progresaron por la Saguia, empujando al enemigo hacia el este hasta enlazar con los franceses el 14.

Paralelamente, la Agrupación Campos, desde Villa Bens y con una fuerza parecida, progresó a través de Asatef, la Saguia y Tuifidiret sin oposición, apoderándose de los abastecimientos abandonados por el enemigo. Enlazaron con Mulero y continuaron hasta tomar contacto con los franceses el día 13, en Lebtaina. La resistencia de las bandas se desmoronaba y algunos se presentaron a las fuerzas españolas con bandera blanca.

La colaboración francesa fundamental

La colaboración francesa, con unos 5.000 hombres y 70 aviones, resultó fundamental. Desde los Atlas franceses saltaron los paracaidistas españoles el día 9 de febrero, contribuyendo a que Smara fuera ocupada sin resistencia. En la zona de Sidahamed Larosi, las bandas marroquíes ofrecieron fuerte resistencia, pero en una jorna­da completa de dura lucha, paracai­distas y legionarios franceses acabaron por diezmarlas, rechazando a los su­pervivientes hacia Marruecos.

La segunda fase se inició la semana siguiente. Desde la capital y desde Vi­lla Cisneros partieron las agrupacio­nes Herrera y Patiño, respectivamente, con poco más de mil hombres cada una, convergiendo con los franceses el día 23 de febrero en una zona donde se con­centraban los rebeldes, que resistieron tenazmente.

Los enfrentamientos proseguirían en la quebrada zona del Negyr todo el 24, pero el 25 se dispersaron. Se cerró la campaña y los franceses re­gresaron a Mauritania.


Una guerra silenciada y poco conocida

Esta guerra fue casi totalmente desconocida durante muchos años. Mientras duró sólo aparecieron en la prensa pequeñas notas oficiales. Las primeras monografías se publicaron en los años ochenta: Ifni-Sahara, la guerra ignorada (1984) del periodista Ramiro Santamaría y La última guerra de África (1985) del general Rafael Casas de la Vega. Ambas reflejaban el punto de vista oficial sobre el conflicto. 

Poco después, José Ramón Diego Aguirre, militar e historiador, publicó dos interesantes obras: Historia del Sahara Español (1988) y La última guerra colonial de España (1993), en las que abordó la dura realidad de aquel conflicto. Han aparecido, también, algunas memorias de los protagonistas : Cabo Jubi-58, memorias de un teniente de infantería en la campaña de Ifni-Sahara (1990) de José Bellés Gasulla; Siroco. Recuerdos de un oficial de Grupos Nómadas (1992) del general Mariano Fernández; Sahara 1958, vivencias de un oficial de la Legión (2001) de José Falcó Rotger, y Sidi Ifni 57, impresiones de un movilizado (2002) de Josep M. Contijoch.

Tocando el conflicto desde ángulos especializados, han sido publicados: Así nació la Brigada Paracaidista (1987) del teniente José Frías O'Valle; Guerra de Ifni: las Banderas Paracaidistas (1998) de Alfredo Bosque; Ifni, la prensa y la guerra que nunca existió(2006) de Lorenzo M. Vidal, e Ifni, la guerra que silenció Franco (2006) de Gastón Segura. 

La Guerra oculta

Aquella breve gue­rra, gracias a la censura que lo envolvió todo menos las visitas navideñas de los famosos y el envío de una partida de turrón y jamones a los soldados, fue más relevante y sangrienta de lo que se informó entonces. Las tropas españolas sufrieron 119 muertos, 80 desaparecidos (en su mayoría, muertos) y 573 heridos.

Tras la guerra, la presencia españo­la en Ifni quedó reducida a la capital y alrededores, y el territorio pasó, en 1969, a ser soberanía de Marruecos. En el Sahara se inició una intensa labor de captación política de los indígenas que, unida a unas mayores inversiones que mejoraron su nivel de vida, permitie­ron que la presencia española se alar­gase hasta 1975.

1 comentario:

  1. Gracias por la mención al libro escrito, editado y publicado por mi padre, el Coronel José Frías O'Valle "Así nació la Brigada Paracaidista" (http://datos.bne.es/edicion/bimo0000037726.html )

    ResponderEliminar