martes, 14 de abril de 2020

Kirguizistán: un mundo olvidado

La ex república soviética lucha por darse a conocer al resto del mundo, teniendo como base el respeto a su cultura más ancestral: la de los nómadas de las montañas.

Dormir con una familia de nómadas junto a un lago a más de 3.000 metros de altura, lavarse a base de cubos de agua, desayunar sopa grasienta de patatas o pasar el día recorriendo la montaña con un pastor detrás de las ovejas, tal vez no sean las vacaciones soñadas para mu­chos, pero pocas experiencias son hoy en día más genuinasy huma­nas y, a la vez, más fáciles de reali­zar como esta convivencia con los nómadas de Kirguizistán.

Iniciativas de turismo sostenible

Todo gracias a dos Iniciativas con pocos años de andadu­ra: la KCBTA (Kyrgyz Communlty Based Tourism Association) o Asociación Kirguiza de Turismo Comunitario, que trabaja en los pueblos y ciudades, y la Sheperd's Life (Vida de Pastores), la hermana pequeña de la anterior, que busca acercar la vida de los nómadas al viajero inquieto. Unas iniciativas de turismo responsable, sostenible y ecológico que intenta potenciar la cultura y el respeto al entorno mediante el uso de medios y recur­sos exclusivamente locales.

Ausencia de infraestructuras turísticas 

El objetivo de la Iniciativa es sencillo: mejorar las condiciones de vida de los habitantes de aque­llas poblaciones o zonas montaño­sas de difícil acceso (todo el país en realidad) en las que las infraestructuras hoteleras o turísti­cas no existen. Con una filosofía de turismo cooperativo, la comunidad tiene el control en el desarrollo y gestión de éste, recibiendo tam­bién la mayoría de los beneficios (entre el 80 y 90%) que son entre­gados a los gestores, los lugareños que prestan los servicios, unidos en agrupaciones locales.

Un nuevo país

Kirgulzistán es uno de los paí­ses más jóvenes y más pobres de Asia. Uno de esos que cuesta situar en el mapa. Nacido en 1991 de la extinta Unión Soviética, hoy diecisiete de sus poblaciones cuentan con una pequeña oficina de recepción de viajeros de la asociación KCBTA, que operan bajo el nombre de Hospitality Kyrgyzstan.

Disfrutar del entorno

Para el viajero todo son comodida­des, en el sentido local de la pala­bra. AlIí se facilita la información e infraestructura necesarias para disfrutar del entorno: alojamiento en casas de familias locales, comi­das tradicionales y guías locales amantes de su cultura y tradicio­nes, y todo aquello necesario para llegar allá donde nos proponga­mos, por remoto que sea el destino. 

Viajar por Kirguizistán 

El usuario es testigo de cómo las pequeñas aportaciones econó­micas se convierten directamente en beneficio para la sociedad: los pagos son hechos en mano a las familias, que destinan una peque­ña comisión para cubrir la infraes­tructura de la oficina de atención al viajero y el salario del coordinador, quien informa en perfecto Inglés de todas las actividades que la región ofrece: montar a caballo por remotos valles durante días dur­miendo en yurtas (las tiendas re­dondas de origen mongol usadas por los nómadas), ascender a lagos alpinos; visitar petroglifos milena­rios en aisladas montanas; compar­tir con los nómadas unos días su vi­da y costumbres; visitar mezquitas y caravasares de la Ruta de la Seda.

Una oportunidad de desarrollo 

Pero el trabajo de la asociación no sólo es de cara al turista, sino también al servicio de la comunidad. Pequeños talleres están revitalizando el trabajo artesano, for­mando a hombres y mujeres en la fabricación desftyrdífks (alfombras de fieltro), cerámica, telas de lana y seda, cuero, marroquinería y otros productos para uso propio y venta al visitante. Se están revitalizando fiestas populares que caían en el olvido, apoyando asi la pervivencia de la música tradicional, la gastronomía popular y deportes como el ryz kuurnai, en el que hom­bres a caballo compiten entre sí para dar alcance a una mujer a la que deben conseguir besar. 

Sin embargo, no hay que enga­ñarse: las comodidades no son grandes, pero los anfitriones intentarán que el viajero se sienta lo más cómodo que pueda: un cubo de agua caliente para lavarse, una lámpara de gasolina para poder leer por la noche, un pequeño cua­derno ruso-inglés-francés-kirguzo para facilitar la comunicación y mucha amabilidad, buen humor y respeto por el visitante llegado desde tierras lejanas, de esas que a ellos también les son difíciles de ubicaren el mapa. 

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